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Recuperar el orgullo de un valle

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Bodegas Frontonio presenta su proyecto  El Jardín de las Iguales en Alpartir

Panorámica del viñedo histórico, con el peirón al fondo. FOTO: Gabi Orte Chilindrón

Reunió en el viñedo a un ilustre e insólito grupo de personalidades del mundo del vino

 

El Jardín de las Iguales se presentó en Alpartir el pasado lunes, 10 de junio, ante una selecta representación mundial del mundo del vino. Los asistentes conocieron dicho viñedo, que da nombre a los nuevos vinos de Frontonio, ubicado en plena sierra de Algairén, y pudieron degustar los dos primeros surgidos de estas vides centenarias, de la añada 2016. También visitaron las instalaciones de la nueva bodega, en Alpartir, con un calado subterráneo, que se remonta a unos 200 años.

Entre los invitados se encontraban productores como María José López de Heredia, Álvaro Palacios, Raúl Pérez, Ricard Rofes y los Comando G (Dani y Fer), además de ocho Master of Wine, incluido, obviamente Fernando Mora, socio del proyecto junto con el enólogo Mario López y el abogado Francisco Latasa.

Distribuidores españoles e importadores de diferentes países, hasta completar un elenco de setenta personas, de trece nacionalidades diferentes.

Este inusual evento, que coloca a Alpartir en el centro de la actualidad vinícola, no hubiera sido posible sin la generosa colaboración del Ayuntamiento de Alpartir, Riedel, Restaurante Absinthium, Restaurante Los Cabezudos, Wine is Social, La Cava de Pyrene, Bodegas Carlos Valero, Agua Veri, Masa Madre, Molino Alfonso, Waterwhale, Melsa y Mateo&Co.

os asistentes a la presentación, en la viña. FOTO: Gabi Orte / Chilindrón

Del siglo XIX al XXI

Conocido el interés de Bodegas Frontonio por viñedos sigulares, en 2016 son advertidos por Julio Prieto de la existencia de un excepcional viñedo viejo en trance de desaparecer, El Jardín de las Iguales. Así llamado porque su propietario, ya fallecido, el señor Paseta, sostenía que tenía dos cepas idénticas.

El viñedo enamoró al equipo, especialmente a Fernando Mora, que vio allí un guiño del destino, ya que siempre había llamado a su esposa y cuñada, gemelas, Las Iguales. Desde el principio del proyecto se decidió instalar un peirón −como se denominan en Aragón los cruceros−, para destacar lo excepcional de un lugar. Una nueva cruz para un viñedo viejo y único.

Enclavado en la Sierra de Algairén, en el sinuoso Valle de Barrandijos, en Alpartir, los plegamientos del Precámbrico esculpieron formas imposibles de pizarra y cuarcita que conectan con cada vid. Una parte de este viñedo fue plantado entre 1898 y 1908, y desde entonces una sola familia, Los Paseta, cuidaron de él. También se conservan posteriores plantaciones, entre 1919 y 1929.

Todo el valle era viña, según atestiguan dos fotos de los americanos, datadas en 1943 y 1957. Mora, López y Latasa lograron ir adquiriendo a una quincena de propietarios de Alpartir, ancianos en su mayoría, sus pequeñas parcelas, superando sus recelos iniciales una vez convencidos de que el proyecto pasaba por la recuperación de un pasado condenado a la extinción.

«En Alpartir, los jóvenes habían perdido la cultura del vino –explica Mora− y queríamos recuperar la relación con las viñas, tan sensibles que casi conocen a la persona que las cuida». Pero todos han sumado para que el proyecto salga adelante, recuperando el orgullo vinícola de un valle, incluso con lágrimas de alegría escondidas entre rostros curtidos de arrugas.

De ahí el absoluto respeto a la tradición local. «Al final las personas estamos de paso y lo que realmente se queda es la tierra». De ahí el trabajo inicial sobre el viñedo: recuperación de terrazas, construcción de nuevos muros de piedra seca sobre los casi desaparecidos… y la nueva bodega.

Bodegas Frontonio necesitaba una casa a la altura del viñedo. Y encontraron una en el tradicional barrio de bodegas. Era la del señor Malacara, el más rico del pueblo, propiedad de tres dueños diferentes cuando la adquirió Frontonio.

La bodega se encuentra a viente metros bajo tierra. FOTO: Gabi Orte / Chilindrón

La bodega

La bodega, instalada sobre una cueva, para trabajar por gravedad –no había bombas entonces−, atesora 200 años de antigüedad, de la que existe testimonio escrito de su uso en 1881.

En el nivel inferior se han instalado los fudres y barricas de gran tamaño, como ya se hacía antaño, para la elaboración del vino, con capacidad para trabajar hasta 40 000 litros de vino.

Sobre él, y bajo la bodega capaz de recepcionar 50 000 kilos de uva, se encuentra el canillero, que puede albergar hasta 40 000 botellas en crianza.

Un espacio de apenas 45 metros de longitud, y hasta 17 metros bajo tierra, que mantiene una humedad constante del 90% y una temperartura estable, de unos 13 ª C

Allí se encuentran las tres añadas actuales, 16, 17 y 18, en diferentes fases de elaboración, entre ellas las escasas 901 botellas de blanco y las 1302 de tinto, que suponen el debut de El Jardín de los Iguales.

Un grand cru que «ha sabido esperar su momento y que supone la recuperación del orgullo de un valle».

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