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UN VIEJO DEL LUGAR. Maldito Cariñena

 

 

Fue el maldito cariñena, que se apoderó de mí». Durante mucho tiempo se usó esta frase para resumir supuestas cualidades del cariñena que convertían a este vino en algo peligroso y poco recomendable. Un vino, recio, alcohólico, casi desagradable, que se podía cortar con cuchillo y se subía a la cabeza con la agilidad de un gato. Más o menos, eso se contaba.

Pero la expresión poco tenía que ver con esto y sí con el hecho de que un vino sabroso, grato y placentero, que te incita a beber una y otra copa, se acaba apoderando de ti y, efectivamente, llevándote a la perdición.

Cualquiera que haya leído o visto la representación teatral de La venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca, lo habrá entendido de esta última manera, pues Don Mendo dice «entre un vaso y otro vaso…», y ¿quién pasaría de un vaso a otro si el contenido no fuera cercano a la ambrosía?

El cariñena de Muñoz Seca era un gran vino, como lo era que bebió Sancho Panza y que le hizo exclamar: «¡Ah… villano de mala sangre, de Cariñena tenías que ser!» También aquí la grandeza del caldo se expresa con una exclamación aparentemente peyorativa –villano de mala sangre–, pero innegablemente elogiosa.

Pocos amigos del vino y de la literatura ignorarán, por otro lado, que Don Juan Tenorio era bebedor de jerez y cariñena y que ofreció de este último al capitán Centellas afirmando: «…sé que os gustará».
Valga todo esto para señalar que el vino de Cariñena no es que sea un buen vino, sino que es un vino histórico y, además, un vino de moda en distintas épocas de esa historia que sin duda es importante y motivo de orgullo para Aragón. Y valga para remarcar que, posiblemente, y más allá de las dificultades que todo el sector vitivinícola atraviesa en estos momentos, tenga al alcance volver a ser un vino de referencia en el cada día más menguado imaginario vinícola español.

El nombramiento de Cariñena como ciudad europea del vino abre notables posibilidades para los viticultores y bodegueros de esta denominación de origen, más aún si las sinergias con el empeño de Zaragoza de constituirse en capital de la garnacha se ponen a trabajar. Toda la vitivinicultura de Aragón podría verse impulsada con estos dos acontecimientos.

Puede que la designación hecha por la Red Europea de Ciudades del Vino no sea exactamente «el reconocimiento más importante de su historia», como afirmó, entusiasmado, el alcalde de la localidad, Sergio Ortiz, en la gala de apertura del mágico año cariñenense, pero seguro que es el reconocimiento que puede llevar a los cariñenenses a otra cima histórica. Todo depende de la inteligencia colectiva y profesional que se sea capaz de poner en el tablero del juego que se acaba de abrir.

Ortiz, con el Ayuntamiento de Cariñena detrás, ha sido el artífice del proyecto y ha sabido hacerse con apoyos importantes en las fases previas e iniciales, tendrá que seguir trabajando del mismo modo, con similar tino y con la buena manufactura que se vio en la citada gala inaugural.

Los cariñenenses, a sumar sin fisuras, fundamentalmente los que viven del vino, que, directa o indirectamente, todavía son la mayoría. Es el momento de consolidar el trabajo iniciado en los años 90, en este caso por parte del Consejo Regulador y de la mano de su presidente más emblemático, Félix Báguena, para que el verdadero sentido del maldito cariñena se haga con el hueco que merece y que siempre tuvo. Y, por supuesto, sin experimentos que desdibujen la historia, la naturaleza, la cultura y la identidad de un territorio que ha llegado a donde ha llegado gracias a estas.

Que el maldito cariñena se apodere, pero y para bien, de todos.

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