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LA CARACOLERA. El cansino menú infantil

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En muchos restaurantes y vayamos por donde vayamos, nos topamos con letreros como el de la foto, siempre leemos el mismo menú. Los adultos hemos decidido que esos platos de pasta, pollo y patatas se lo comen muy bien y nos ahorran problemas. Nuestros hijos obtienen una recompensa inmediata y hasta pueden seguir jugueteando con sus dispositivos móviles sin prestar atención a lo que comen, a sus compañeros de mesa ni por supuesto a quien les sirve los platos.

Si pensamos que los consumidores infantiles no entienden de sabores y texturas, habrá que hacer algo para que adquieran una nueva forma de comer y de mirar la comida. Si la comida se convierte en una obligación y en una contrarreloj, es imposible disfrutar de ella. Y qué placer tan sencillo el de comer con hambre y beber cuando se tiene sed.

Esta educación alimentaria, es natural que se inicie dentro de la familia, estableciendo una relación sana con la comida, implicando a los pequeños en todo el proceso desde la compra de alimentos o recolección de los mismos, hasta la elaboración y cocinado, siempre que sea posible. Fijar unos buenos hábitos –higiénicos, alimentarios y de ejercicio físico– desde niños, condiciona su vida de adulto proporcionando un mayor bienestar físico y emocional.

Lo ideal, tanto fuera como dentro de casa, sería adaptar el mismo menú para toda la familia, de alto valor nutricional, pero adecuando la cantidad a cada franja de edad. Hay que tener en cuenta que una mala nutrición puede deberse tanto a una sobrealimentación como a una subnutrición, derivando en enfermedades como las cardiovasculares, obesidad, diabetes, hipertensión o diarreas.

Flaco favor nos hace la publicidad con sus anuncios de productos de bollería industrial, bebidas energéticas, snacks y ultraprocesados que, con sus envoltorios de colorines y su facilidad de uso, han conseguido atrapar a los sectores más vulnerables que se encuentran en una etapa de imitación y búsqueda de sus gustos. Resulta raro ver algún anuncio de verduras y hortalizas.

La nutricionista María R. Lazo, asegura que un niño de ocho años ya ha tomado más azúcar que sus abuelos en toda su vida porque no tenemos en cuenta el azúcar oculto en muchos productos como cereales del desayuno, salsas de tomate, yogures de sabores, batidos, etc. y aunque en la etiqueta ponga sin azúcar añadido, pueden contener edulcorantes que la OMS no recomienda.

Últimamente, los comedores escolares se consideran un servicio complementario de carácter educativo, donde los menús han de ser saludables y sostenibles, promoviendo el consumo de productos de cercanía, ecológicos, reduciendo frituras y alimentos procesados, por lo que ha sido necesario cambiar su gestión de línea fría a cocina in situ. Una manera muy pedagógica y muy valorada por los niños es la de contar con un huerto escolar a modo de laboratorio vivo para conocer y distinguir vegetales que, después de haberlos plantado y cuidado, se llevan orgullosos a sus casas para compartirlos en sus cenas.

La educación alimentaria desmonta bulos y mitos de la alimentación que vuelan por internet: dietas milagro, detoxificadoras, superalimentos… La pirámide nutricional ha sido sustituida por el nutriplato –Harvard– plato saludable a base de frutas, verduras, aceite de oliva virgen, proteínas saludables –legumbres, carnes, pescados, huevos, frutos secos, lácteos– y agua.

Andoni Luis Aduriz augura que, en un futuro no muy lejano, «la educación de una sociedad acabará midiéndose por el legado cultural de sus platos».

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