«Tengo mucho morro con el vino»
Es una de las caras más reconocibles del Tubo y de la hostelería zaragozana. Ha tenido hasta siete bares, ahora tres –Doña Casta, donde es la creadora de sus croquetas, el Balcón del Tubo y Siete Golpes–. Dice que abrir un bar siempre le ha «creado adrenalina, es divertido y sirve para sociabilizar». Y solo tiene palabras de agradecimiento para los clientes, «buena gente la mayoría».
Lo que pocos sabrán es que Dora Gracia creció entre botellas y toneles, tuvo dos guarderías y ayudó a expandir en Zaragoza una conocida cadena de pan y repostería. Y sí, es una wine lover de morro fino.
¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el vino?
Crecí entre botellas y toneles. Mi padre tenía tres tiendas de vinos y licores en Zaragoza. Vivíamos encima de los almacenes más grandes, en la calle Inglaterra, y bajábamos para escaparnos de casa, para jugar. Había un patio en la casa y luego estaba la tienda, así que nos perdimos entre toneles y garrafas. La verdad es que mi infancia estuvo muy relacionada con el vino.
¿Y su primer recuerdo profesional o contacto con el vino?
Cuando estudiaba, ayudé algo en las tiendas de mi padre, pero, seguramente, el primer recuerdo profesional del vino está asociado al primer recuerdo de la hostelería, cuando monté Sacher, en el Actur, en los años 90. Antes, por supuesto, me gustaba irme de vinos, a los 17 o 18 años casi todos los días, cuando no había edad de prohibición para consumir alcohol y los únicos que lo prohibían eran los padres, que era mucho peor, claro.
¿Qué quería ser de mayor?
Mi padre quería que fuera ginecóloga, pero yo no quería ser nada, no quería estudiar. Al final, estudié Pedagogía, después me fui a Barcelona a especializarme en el método Montessori, volví a Zaragoza y monté dos guarderías que tuve en marcha diez años. Pero sufría mucho con los niños, si un niño se caía era un drama, pero si se cae una botella, duele menos. Aquello era muy angustioso para mí.
¿Cómo le explicaría qué es la felicidad a un niño de siete años?
La felicidad es estar en armonía, estar bien con todos, no discutir. Porque la felicidad completa no existe, pero la puedes hacer tu estando conforme contigo mismo. Claro, a un niño hay que explicárselo de otra manera: es llevarse bien con todos los niños, no valorar los juguetes, sino el poder jugar con tus amigos.
¿Qué parte de responsabilidad tiene el vino en su felicidad actual?
Mucha. Me sigue emocionando un buen vino y una buena comida con amigos. Ahora bebo muy poco, porque las primeras semanas que abría los locales me venían a ver los amigos, y abría botellas, y bebía, y me iba a casa todos los días borracha, pero al día siguiente, a trabajar catorce horas. Ahora bebo agua, y el vino para días especiales. También salgo menos, a comer y no a cenar, la vida al revés.
Hablar de las emociones del vino ¿es solo imagen?
No. El vino es uno de los placeres de la vida. Cuando hueles un buen vino, tomas un sorbito, se te abren las papilas gustativas, es una pasada. O a mi me lo parece. Hay placeres como una buena comida, la amistad, o un buen vino.
¿Cómo marida el vino con la hostelería?
Bien, ahora hay muchas marcas, hay más buenas y menos buenas, pero la gente tiene más paladar para el vino y se hacen vinos muy interesantes. Antes había vinos duros que te los tomabas y te quemaban las entrañas. Ahora tienen los grados justos, se sirven a la temperatura correcta, hay buenos sumilleres. Ha mejorado mucho.
Dicen que todos los españoles llevan dentro un presidente del gobierno y un seleccionador de fútbol. ¿También llevamos ahora un (falso) sumiller, alguien que cree saber de vino?
En el mundo del vino, hay mucho fantasma. Eso y que los españoles somos muy echados para adelante para hablar de cualquier cosa. Yo tengo mucho morro con el vino y digo lo que me gusta o lo que no, pero tengo un buen paladar y como dice mi socio, siempre elijo, sin saberlo, el más caro. Es verdad que he convivido mucho con el vino, he visto desde pequeña a mi padre probarlos, tengo una cultura del vino muy fuerte.
¿Se sigue disfrutando del vino cuando se trabaja con él?
Siempre se disfruta de una buena mesa, un buen vino y amigos. Y se valora más cuando no se tiene todos los días. No se puede comer caviar o angulas todos los días. Hay cosas que son para momentos especiales, porque así se disfrutas más.
¿Qué le quita el sueño? ¿Qué tal duerme?
Duermo bien, no me quita el sueño nada. Bueno, lo normal, el apagón, el kit de supervivencia y la política un poco, pero es que eso no tiene remedio.
¿A quién invitaría a un vino? Personaje histórico, público o alguien de su entorno.
A Íñigo Errejón, porque es el que más me ha fallado. Le invitaría a un vino o una botella para que me cuente qué ha hecho para ser tan prepotente. En los políticos ya no creo, pero Errejón ha sido una gran decepción últimamente, me ha dejado mal. No se puede ser tan prepotente siendo tío y defendiendo algo que no te lleva a ninguna parte
¿Y quién cree que no se merece ni olerlo?
La gente que sabe de todo y es prepotente.
¿A quién le debe un vino? (Cita pendiente)
A muchos amigos, con los que nunca coincido, y es una lástima. Nos estamos perdiendo muchas cosas, la vida es corta y te pierdes muchas cosas. Cada día vamos más deprisa, más rápido. Y sí, debo vinos y llamadas a muchos amigos.
¿Qué ha hecho últimamente para hacer feliz a alguien?
Pues mira, quedar con una amiga, su madre y sus dos hijos pequeños a los que llevé una bolsa de chucherías. Ellos decidieron compartirla con amigos y la madre me mandaba vídeos de todos felices.
Tiene que escribir un mensaje de una conversación que se quedó pendiente. No me diga el remitente, pero sí el mensaje.
Lo siento si te he molestado, no lo pretendía. Es para una amiga que se ha enfadado y no sé qué he hecho. Y me gustaría que me dijera qué le ha molestado, que me lo explique, porque no lo sé. No sé si estamos mayores o nos hacemos más raricos, pero yo necesito que me digan qué hago mal.
¿Cómo se ve en diez años?
Muy abuela, pero activa. Los jubilados van mucho al médico ja ja ja… Si no estoy activa, mejor me muero. No sé malvivir, si no disfruto, mejor no vivir.