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TINTA DE CALAMAR. Retorno a Oz

Tinta de calamar Joan Rosell

Mago de Oz OK bn INT

 

Desde que la vieja bruja del Oeste no regentaba aquel antro, todo había cambiado a peor.

Hacía bastante que no veníamos por aquí. Ya le dije a Dorothy que la idea de echarle un cubo de agua por encima, como si saliera de correr en los cabezudos, no era un planazo.

La tonta de la hechicera se derritió como un maxibon por la parte en que no tiene galleta. Chof.

Chof… y mi gozo en un pozo, pues la vieja encantadora tutelaba la posada con mano férrea y piel verdosa, toda sea dicho.

Callos a la madrileña, ensaladilla rusa, papas bravas bien picantes, bolas de huevo con gamba y mahonesa… La de tapas que había en la barra mientras gobernaba aquella pobre mujer…

Llegas ahora… bah.

Salchichitas al estilo de Oz, alas de mariposa multicolor, adoquines de camino amarillo para postre… chorradas.

Por lo menos en los garitos de Kansas no falta nunca la costilla de cerdo en salsa barbacoa, las chuletas, el chile con carne y las judías guisadas, que, oye, no son la comida de la taberna de la bruja pero vamos… que te llenan la tripa.

Al hombre de hojalata le ponían siempre un virgen extra de Belchite que temblaba el misterio. ¿Ahora?
Colza. Sí, sí. Como lo cuento. Colza. Que dicen que es bueno pero que, desde el rollo del síndrome del aceite tóxico, ya saben.

El león ya no va. «Si no hay casquería ya no me ven el pelo».

Así lo dijo. Textual.

El espantapájaros sigue siendo asiduo, pero bueno, creo que ni se ha enterado de que la vieja ya no está.

Este sólo iba a beber. Se apalanca en la barra y ahí se queda toda la mañana.

Hoy Dorothy se ha tomado un zumo de naranja. Cuando pidió el bourbon que tan bien servían en el lugar se le han quedado mirando con una cara de perros… jajaja, cómo soy.

A mí me han puesto un cacharro con agua. A lo mejor se piensan que soy un barbo.

Madre mía agua… si la vieja verde levantara la cabeza, con la poca gracia que le hacía el elemento en cuestión.

«¿Y con qué fregáis aquí?» le preguntaba siempre el mago a lo que ella siempre respondía malhumorada «¡Con vino!» Tenía sus cosas pero era bien maja.

Decían los enanos que los tenían esclavizados, bueno… no menos que a cualquier camarero de Kansas, que estos menudos también protestaban de todo, la verdad.

Ahora Dorothy pide otra cosa en la barra, a ver, a ver…
–¿Cómo?, ¿que tampoco hay madejas? Desde luego el vermú en Oz no es lo que era. Si ya sé que la culpa es mía por haberme cargado a la jefa, pero leñe, algo podíais haber aprendido tantos años con ella, ¿no?

Torpes. Que no sois más que unos enanos torpes.

Olé, esa es mi chica.

–¿Sabes qué, Totó?– me preguntó Doro.

Voy a mirar el traspaso y me quedo con el negocio, que esto es un mar de oportunidades y estos enanos, lo están echando todo a perder. Cuadrilla de perezosos…

¿Les parecía mala la vieja? Se van a enterar.

Vigílame el bolso y el móvil, Totó, que voy a hablar un momento con el amo.

–Sí jefa.

Ahhh… vuelven los buenos tiempos.

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