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SOPA DE LETRAS. Un ensayo más necesario que nunca

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Corren malos tiempos para los bebedores de alcohol, sea cerveza, vino, licores o destilados. Fue en estados Unidos donde comenzó la campaña y ya se está extendiendo por Europa, donde aparentemente crece el consumo de bebidas sin, sean cerveza, vino e incluso destilados.

De ahí que resulte esperanzador escuchar otras voces como la de Alicia Dorey, especialista en vinos del periódico francés Le Figaro. Comienza su ensayo de forma rotunda: «la ebriedad es nuestro espacio de libertad». Y nos invita a celebrar todas sus variantes como un medio de autoconocimiento; a lo largo de sus páginas la relaciona con el cuerpo, el viaje, el amor, la familia, la solitaria y la colectiva, las nuevas ebriedades, etc.

Basten algunos párrafos: «Las primeras ebriedades respondían menos a una búsqueda de placer que a un deseo de transgresión. El propio término ebriedad no parece aplicarse a la adolescencia, donde preferimos hablar de cocido, pedo, mamado o moña y, hoy en día, también de toda una serie de expresiones que mi limitada exposición a la franja de entre 15 y 18 años no me permite reproducir aquí. Se aprende a beber como se aprende a caminar y, en ambos casos, la claudicación y las caídas dan lugar a innumerables dramas y carcajadas. Entre los adultos de toda condición que tuvieron la amabilidad de contarme su primera ebriedad, raros son aquellos que me hablaron de grandes añadas descorchadas frente a la chimenea mientras leían a Chateaubriand. La mayoría de las veces se trata más bien de litros de cerveza ingeridos, en el caso de los más afortunados, durante un campamento de bádminton en Inglaterra, y para el común de los adolescentes, en una fiesta de pueblo o de pie en un aparcamiento».

Optimista en algunos casos, «Entonces ya no bebemos, sino que catamos saboreamos, valoramos… A partir de un cierto nivel de conocimiento, el alcoholismo ya no existe», la autora no esconde la realidad: «Al igual que cierta prácticas antaño consideradas como habituales –fumar Gitanes en los aviones, aclararse el cutis con plomo, o detectar el embarazo con un diente de ajo–, beber alcohol podría llegar a ser algún día una práctica tan extravagante como imprimir los correos electrónicos. De todas las drogas blandas, el alcohol es la que aún se beneficia de un inexplicable indulto, a pesar de los conocidos estragos que ocasiona y que nadie puede permitirse ignorar, empezando por quienes conducen o se obstruyen las arterias con fritanga».

¡Cuánta razón! Un ensayo imprescindible para quienes siguen disfrutando con el alcohol.

Elogio de la ebriedad

Alicia Dorey. Traducción: Julio Guerrero. Siruela. Biblioteca de Ensayo 90, serie menor Madrid, 2025. 168 páginas. 13,95 euros; ebook, 8,99 euros.

 

 

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