La gastronomía, entendida en su sentido más amplio, resulta una disciplina transversal. Pues abarca desde la sanidad –como tristemente venimos apreciando estas semanas− hasta agricultura y ganadería, pasando por el turismo, el desarrollo rural, el comercio o la educación, para formar profesionales.

De ahí que generalmente haya resultado complicado ubicarla en el organigrama de los diferentes gobiernos. ¿Cerca de Agricultura –departamento que afortunadamente recupera su nombre−, que controla la producción de su materia prima? ¿Encuadrado en Turismo –que vuelve a Industria− pues se trata de uno de sus pilares fundamentales? ¿Desde Economía, donde ya vivió? ¿En Comercio, que lo es?

Probablemente lo de menos sea su ubicación administrativa, siempre que haya coordinación entre los diferentes actores del sector. Algo habitual en la pasada legislatura donde los dos consejeros directamente vinculados compartieron muchas horas en eventos gastronómicos, además de proyectos. En unos mandaba el alimento, la producción; en otros, la promoción de nuestra gastronomía, tanto exterior como interior.

Ahora se estrenan nombres y ubicaciones, pero resulta imprescindible mantener la sintonía y diálogo entre todos los departamentos. Muchos recordarán otros tiempos, cuando la hostelería apenas tenía acceso a la administración, especialmente la agroalimentaria, siendo como es uno de los mejores altavoces para difundir y revalorizar nuestros alimentos.

Comienza una nueva etapa y, probablemente, con otro estilo. Lo decisivo es que se siga apoyando a nuestra gastronomía y todo lo que ello conlleva, su función social, los alimentos aragoneses, la formación profesional, la venida de visitantes, la innovación, la seguridad alimentaria, el apoyo a los productores rurales, la investigación, el placer de la comida…