ECO Espinacas LC 2

Las grandes extensiones de cultivo favorecen la mecanización de las labores agrícolas, pero… FOTO: Archivo Gastro Aragón.

 

 

Si a los urbanitas nos dijeran que nos imaginásemos un paisaje rural, con campos de cultivo, creo que una gran mayoría pensaríamos en un campo de cereal o en una pradera franqueada por arbustos o árboles en sus márgenes. Algo semejante al término francés bocage, el cual sirve para definir un paisaje compuesto por pequeñas parcelas irregulares –tierras de cultivo y prados–, separadas entre sí por setos vivos, muretes o terraplenes, y por árboles que a menudo bordean los caminos.

Este ajedrezado de campos de cultivo, setos y/o márgenes se ha ido reduciendo, sobre todo en nuestro país, al pasar de los tradicionales minifundios a los actuales latifundios, de la mano de las concentraciones parcelarias, que han favorecido la mecanización de las labores agrícolas.

Desde hace años la rentabilidad únicamente se mide en términos económicos, por lo que es lógico comprender por qué se han potenciado las concentraciones parcelarias, ya que estas aumentan la rentabilidad económica de las unidades productivas.

El pasar de numerosas parcelas pequeñas diseminadas por el territorio, a unas pocas, con la misma superficie productiva a trabajar, ha contribuido a reducir el número de horas no productivas invertidas en maniobrar o recorrer la distancia entre las parcelas a trabajar por un mismo productor. Asimismo, también ha facilitado su modernización, ya que, por ejemplo, es más económico hacer una instalación de riego en una sola parcela grande que no en varias parcelas pequeñas y dispersas.

Otras rentabilidades

Actualmente, además de la rentabilidad económica, se están empezando a valorar y a tener en cuenta otro tipo de rentabilidades, como las medioambiental o las sociales, que también influyen directamente en la rentabilidad económica de las parcelas. Un estudio reciente de la Universidad de Maryland, junto con las universidades de Cornell y Stanford, EE.UU., ha cuantificado que, debido a los desequilibrios medioambientales provocados por el cambio climático, la productividad agrícola se ha ralentizado un 21% a nivel global desde 1961. Esta investigación, publicada en Nature Climate Change, concluye que esos resultados extraídos a nivel mundial equivalen a perder la totalidad de los últimos siete años de crecimiento de la productividad agrícola.

Al hilo del cambio climático y de la productividad de las parcelas, se publicó también el mes pasado un estudio en la prestigiosa revista Nature –Higher yields and more biodiversity on smaller farms de Vincent Ricciardi et al– en el que se concluía que las fincas agrarias pequeñas son, en general, más productivas y contienen una mayor diversidad de cultivos y de especies silvestres, lo que las hace más resilientes frente al cambio climático.

Según el estudio, las fincas agrarias pequeñas favorecen la biodiversidad por tres vías principales: prácticas más ecológicas, como un menor uso de plaguicidas; mayor presencia de márgenes con elementos naturales como setos o muros de piedra seca, donde se refugia fauna beneficiosa como los polinizadores y los depredadores naturales de las plagas; y también por la mayor diversidad general del paisaje.

Estas nuevas evidencias científicas, unidas a los beneficios ya conocidos de los bocage, como la capacidad de retención del agua de lluvia, frenando su escorrentía y reduciendo la erosión de los suelos, así como la mitigación del viento y del exceso de sol en verano, tendrían que hacernos repensar si únicamente la concentración parcelaria y/o la eliminación de los márgenes de las parcelas de cultivo incrementan la rentabilidad de estas.

Lamentablemente las ayudas derivadas de la Política Agraria Común siguen favoreciendo a las fincas más grandes e intensivas, ya que el grueso de estas se reparte en función de la superficie –a más tierras, más ayudas–, no primando a las unidades productivas más pequeñas y con mayor valor ambiental y social.

Igual es una buena oportunidad, aprovechando la reciente creación de los eco-esquemas, que son un nuevo régimen de pago de las ayudas agrarias de la Política Agraria Común de la UE, para premiar económicamente la protección del medio ambiente y del clima, primando a los productores que mantengan o recuperen los bocage en sus unidades productivas, ya que como ha quedado demostrado, el tamaño sí que importa, ambientalmente hablando claro.