Visita a la Bodegas Olarra

 

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Actualmente la bodega se encuentra en un polígono industrial, que antaño eran vides que le surtían. Foto: Francisco Orós.

Lo primero que sorprende al llegar a las puertas de Bodegas Olarra es su ubicación. Llama la atención que una bodega se encuentre en pleno polígono industrial y no en medio de un mar de viñedos, pero se da la circunstancia de que sí estuvo rodeada de vides… hasta hace unos años.

En el momento de su construcción allá por 1973, Bodegas Olarra contaba con abundantes hectáreas de viñedo propio, pero sucesivas expropiaciones –al parecer en aras del bien común– y con la vista puesta más en el desarrollo industrial que en el vitivinícola, condujeron a la situación actual.

Gracias a Dios pervive su espectacular y vanguardista diseño arquitectónico en forma de diapasón, obra del arquitecto Juan Antonio Ridruejo y destaca sobre todo lo demás su preciosa sala de barricas, culminada con 111 cúpulas hexagonales, diseñadas para evitar los cambios bruscos de temperatura, merced a la cual Bodegas Olarra recibió hace tiempo el sobrenombre de La Catedral del Rioja.

El acceso a la bodega para las visitas enoturísticas se realiza desde una gran sala de recepción recientemente remodelada, con suelo de madera, paredes de cristal y escaleras de diseño moderno, que le da al conjunto un aire muy actual, sin perder nada de la idea original del arquitecto, imbricando perfectamente los elementos añadidos a la construcción original en hormigón, material que a día de hoy puede resultar habitual en una bodega, pero que en los años 70 supuso toda una revolución.

El arquitecto, además, planificó el diseño con la finalidad de que resultara idóneo para la fabricación del vino, no desde el punto de vista estético, sino desde la funcionalidad. Y logró ambas cosas. Sus 56 000 metros cuadrados de superficie son visualmente atractivos, pero resultan eminentemente prácticos para la elaboración y el envejecimiento de los vinos.

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Debido a las 111 cúpulas hexagonales, recibió hace tiempo el sobrenombre de La Catedral del Rioja.

Enoturismo

Desde la óptica del enoturismo, Bodegas Olarra era absolutamente desconocida hasta el año 2007. La bodega padeció cierto hermetismo hasta entonces: no era posible el acceso a menos que se fuera profesional del sector, no existía una persona responsable en la plantilla, ni figuraba en las guías de bodegas visitables. Todo aquello ha cambiado enormemente. De hecho, aun siendo el nuestro el último grupo de visita del año, estaba al completo. Es notable el interés que de unos años a esta parte despierta el enoturismo y a día de hoy podría decirse que no existe ninguna bodega que no haya abierto sus puertas a tal efecto. Nadie puede negar que los enoaficionados demandan algo más que degustar una botella y sus intereses en la actualidad pasan por disfrutar de una experiencia completa, tratando de comprender el territorio, la historia y la cultura que rodea al mundo del vino.

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Un océano de 27 000 barricas de roble puede observarse desde un mirador en la nave de crianza.

Grupo bodeguero

Regresando al más mundano punto de vista empresarial, el Grupo Olarra lo integran a su vez tres bodegas diferentes: Bodegas Ondarre –Viana, Navarra–, Bodegas Olarra –Logroño, La Rioja– y Bodegas Casa del Valle –Yepes, Toledo–. Las dos primeras elaboran vino bajo la DOC Rioja –aunque Ondarre está ubicada en Navarra– dado que territorios limítrofes pueden acogerse a la denominación de origen según admite el Consejo Regulador. La tercera de las bodegas mencionada elabora sus vinos con la etiqueta IGP Vinos de la Tierra de Castilla, cuenta con una preciosa finca disponible para la celebración de eventos y produce además un excelente aceite. Olarra saca al mercado la friolera de diez millones de botellas de vino al año, de las cuales más de la mitad se destinan a exportación. Esta última década han sido unos años magníficos para Bodegas Olarra, pues a los premios logrados por sus vinos se han sumado galardones como mejor bodega elaboradora y distinciones en enoturismo.

En la actualidad, Bodegas Olarra cuenta tan sólo con cuatro hectáreas de viñedo propio con producción controlada. El resto de la uva es adquirida a productores locales, pero siempre bajo dos premisas: la calidad y la fidelidad. Hacia el mes de julio, los técnicos de la bodega realizan las visitas a los viñedos de los que se va a adquirir la uva, toman sus muestras, las analizan y firman con el productor un contrato de compra garantizada. Hay que tener en cuenta que en esa fecha ni siquiera ha comenzado el envero y sin embargo la bodega firma un precio y un compromiso de compra que jamás se rompe. El productor cobrará lo acordado, aunque alguna inclemencia climatológica arruine la cosecha a lo largo de los dos meses largos que faltan hasta la vendimia. La base de este método de compra-venta es la confianza y así se trabaja desde hace años. Hay productores que llevan décadas vendiendo la totalidad de su cosecha anual a Bodegas Olarra e incluso los acuerdos comerciales se transmiten de padres a hijos.

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Cerro Añón es una de las gamas de Bodegas Olarra.

Sobre todo, tintos

El catálogo de Bodegas Olarra incluye cavas, blancos, rosados y tintos, pero han sido estos últimos –en especial los tintos con crianza– los que han situado a Olarra en el mercado. En la elaboración de los crianzas, reservas y grandes reservas es donde se cuidan los detalles hasta el último extremo. La fermentación alcohólica se realiza de manera individualizada separando no sólo las distintas variedades de uva –tempranillo, graciano, mazuelo, garnacha–, sino también según su calidad. Los enólogos analizan el resultado de cada depósito y es en ese momento cuando realizan el coupage, justo antes de la transformación maloláctica. El enorme volumen de producción obliga a una adecuada homogeneización de lotes, lo cual se realiza durante al menos 24 horas en tinas de roble, tinas que antiguamente se emplearon como depósitos de fermentación y que resisten orgullosas al paso de los años.

Capítulo aparte merece la gestión del parque de barricas. Un océano de 27 000 barricas de roble –80% americano y 20% francés– puede observarse desde un pequeño mirador en el interior de la sala de crianza. El mantenimiento de esas barricas supone un esfuerzo económico muy importante en los presupuestos de la bodega. La vida útil máxima de una barrica oscila entre los cuatro y los seis años, de manera que cada año hay que realizar una importante inversión en la renovación del parque de barricas. Los vinos con crianza, deben cambiarse de barrica dos veces al año, proceso que se denomina trasiega y ese momento se aprovecha para rellenar las barricas
–suele decirse que la madera se bebe parte de vino– retirar los sedimentos y proceder a higienizar las barricas con agua a presión, vapor y azufre. No hay que olvidar que las barricas nuevas realizan un mayor aporte de madera al vino, así que durante las trasiegas debe tenerse en cuenta la edad de la barrica y su grado de tostado. Las barricas gastadas, casi al límite de su vida útil, son perfectas para el ensamblaje final de reservas y grandes reservas. En resumen, un colosal trabajo que permite muy pocos errores, si se quiere obtener un resultado final óptimo.

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Botellas históricas, que se almacenan desde los años 70, cuando nació la bodega.

A su ya de por sí extenso catálogo, Bodegas Olarra añade algunos vinos especiales, podría decirse que los elabora por encargo, habitualmente para clubes de vino. Preguntamos a nuestro guía acerca de la forma de trabajar con esos clubes y nos explicó que la bodega –una vez que recibe el encargo– presenta al cliente una serie de muestras cumpliendo con las características demandadas –variedad de uva, envejecimiento, etc.– y el cliente elige libremente entre todas ellas. El etiquetado es también personalizado y ese vino no se comercializa por los canales habituales, queda en exclusiva para el club. Evidentemente en ningún caso se trata de vinos procedentes de almacenamiento prolongados, no son vinos descatalogados ni tampoco vinos reetiquetados.

Los actuales gestores de la bodega pertenecen a la tercera generación de la familia y representan el ensamblaje perfecto de formación y ambición, por supuesto, sin perder de vista su pasado, su historia y su tradición. Después de cincuenta años, podría decirse que Bodegas Olarra ha alcanzado su plena madurez.

Y bien pensado, tampoco es tanto tiempo, tratándose de La Catedral del Rioja.