
Título: Revista Gastro Aragón 104. Ternasco de Aragón
Meses: marzo 2025/abril 2025
Difícilmente volverán a coincidir dos eventos como son Cariñena Ciudad Europea del Vino 2025, reconocimiento otorgado por la Red Europea de Ciudades del Vino y Zaragoza Capital mundial de la Garnacha, proyecto del Ayuntamiento de Zaragoza. Con importante inversión pública para un sector que no está atravesando precisamente su mejor momento.
Desciende el consumo –bebemos mucho menos de lo que producimos–, comienza a criminalizarse la ingesta de alcohol –en cualquier proporción y cantidad–, los más jóvenes no parecen interesarse demasiado por la cultura del vino –al menos por estos lares– y el comercio internacional –la exportación como salida– apunta hacia una crisis, más o menos política, pero de importantes efectos económicos a corto plazo.
Más allá de congresos, concursos, eventos, festivales, propuestas de enoturismo, que ya vamos conociendo con cierto detalle, este 2025 debería servir para consolidar y normalizar el placer de beber vino; y sí, siempre con moderación.
Lamentablemente la situación de partida no es nada satisfactoria. Apenas logran sobrevivir algunas tiendas especializadas en vino, cuando Zaragoza, hace algunas décadas, fue pionera en su asociacionismo y promoción. El servicio del vino en hostelería, con honrosas excepciones, es manifiestamente mejorable. ¿Cuántos bares o restaurantes sirven vino por copas? Y no será por falta de sistemas eficaces –Coravin, mismamente– para que el aficionado pueda disfrutar de añadas y marcas de difícil acceso en el mercado o altos precios. O, bajando bastante el nivel, es demasiado habitual ver en las barras copas de vino demasiado vulgares, añadir un cubito de hielo si el blanco no está fresquito, comprobar que esa botella lleva abierta demasiados días o dar saltos de alegría cuando te cambian la copa al pedir otro vino. Y si bien producimos excelentes cavas y espumosos, trate de encontrarlo por copas. Por su parte, las bodegas, lógicamente, tiran para casa, tratando de sustituir las referencias de la competencia por las propias, aunque sea rebajando los márgenes comerciales.
Ahí debería estar el principal objetivo de este año, más allá de las fotos promocionales, que al principio de 2026 fuéramos una sociedad más culta y respetable en lo que al tratamiento del vino se refiere. Nuestros viticultores nos lo agradecerían.