Recuperando una sana costumbre

Plato huevo GOC

El huevo, en cualquiera de su variantes –frito, escalfado, en tortilla, revuelto– es un ingrediente básico en cualquier almuerzo que se precie. Recuperemos esta costumbre. FOTO: Gabi Orte Chilindrón.

 

 

Seguimos reflexionando desde estas páginas sobre la función de la hostelería, especialmente los restaurantes y bares, quienes ofrecen únicamente servicio de comida y/o bebida.

Escribíamos hace dos meses acerca de las nuevas fórmulas para rentabilizar las instalaciones de los restaurantes, desde los servicios de cáterin o comida para llevar, hasta el diseño y creación de productos destinados a los lineales y tiendas especializadas.

Pero hay algo que siempre ha estado ahí, que en Huesca cuenta con una larga tradición –no hay más que recordar cómo se celebra el día de san Lorenzo– y cuya importancia quizá haya pasado desapercibida. El almuerzo.

Esa colación a mitad de mañana, entre el desayuno y la comida, que las costumbres urbanas han sustituido por un simple café y quizá un pincho de tortilla.

Parada obligada para reponer fuerzas cuando la dureza de las faenas agrícolas y ganaderas estaba generalizada, hoy resulta más placer que alimentación, costumbre antes que necesidad.

Almuerzo de lujo

De ahí que el generalizado almuerzo oscense cada vez vaya más allá de la simpleza del café y una pulga o pincho, para convertirse en una comida por todo lo alto, sin prisas.

Ya son muchos y variados los establecimientos que lo ofrecen, pero con la incorporación del restaurante Las Torres, desde el pasado mes de agosto, cuando lo inauguró a modo de experimento, esta oferta ha adquirido categoría de alta cocina.

Sin perder sus características de restaurante gastronómico, con todo lo que ello conlleva en cuanto a servicio, ambientación, menaje, etc., el clásico oscense de Rafa Abadía ofrece un auténtico menú, con sus dos entrantes, el plato fuerte –que siempre llega coronado por el imprescindible huevo frito– y una laminería, además del café y el coloquial vino, que aquí sí cabe ser acompañado por gaseosa.

Las claves para el creciente éxito de estas propuestas matinales son una variada oferta de callos, manitas, fritada, guisos de garbanzos, ternera, morro, oreja, bacalao con tomate, morcilla, torteta, salmorrejo, longaniza, lomo, salchichas, jamón, etc. –los clásicos de siempre–, además de un buen pan para untar y los sempiternos huevos fritos con puntillas para mojar.

Muchos son los que han incorporado un entrante o algo de la huerta, una cebolla con olivas negras, un tomate en sazón, etc. Incluso hay quien llama ensalada a un variado de torteta, y morcilla al centro, como sucede en El Temple.

Una vez finalizado el plato principal suele culminarse con un café, te, o cortado, hay quien incluso se atreve con algún café con leche y otros hasta con un carajillo. Algunos establecimientos ofrecen algún dulce a compartir, y otros un verdadero postre de postín. Incluso llegan a servir un chupito, copa, o licor digestivo. Con precios por almuerzo que oscilan entre los siete y los catorce euros aproximadamente.
Además de los ya citados, cabe recordar también Álvaro, Antillón, Mérida, El Doña Taberna, Juli, Alameda, etc. Muchos, a riesgo de dejarnos de citar otros que también lo ofrecen y quienes, progresivamente, se irán incorporando.

Sin duda, las actuales condiciones sanitarias en que nos encontramos, fomentará este tipo de comida. Desde la aparente seguridad psicológica que supone el alternar con los amigos –en tantos establecimientos que no pueden optimizar todas sus infraestructuras–, hasta los cambios de hábitos, que llegan desde Europa, los horarios de los colegios, etc.

Así, quizá a no muy tardar, comencemos a recuperar las meriendas, pues tras según qué almuerzos se hace complicado comer de forma convencional.

Pan Horno de leña GOC

Sin un buen pan, no se concibe un almuerzo en condiciones.. FOTO: Gabi Orte Chilindrón.

¿Y las meriendas?

Tras estas colaciones señeras, el estómago suele adormecerse hasta las cinco o las seis de la tarde, más o menos cuando nuestros vecinos del norte de Europa comienzan a disfrutar de sus cenas.

Una ampliación de horarios, bien conocida en los restaurantes del Pirineo, que tuvieron que aplicarse a atender a los clientes franceses, y, por tanto a sus horarios, que puede redundar en consolidar la actividad de nuestros establecimientos, especialmente en tiempos tan cambiantes como los que vivimos.
Pues, y esto es lo mejor, prácticamente a nadie se le ocurre almorzar una pizza o una hamburguesa –quizá sí una empanada o unas costillas de ternasco–, con lo que los almuerzos se convierten en otra punta de lanza para defender nuestra gastronomía más auténtica y local.

Toca reinventarse, dice el tópico, y quizá los almuerzos, incluidos los de trabajo –mucho más ligeros que las comidas– sean una de esas vías para que nuestra hostelería pueda sobrevivir a estos tiempos.
¡Almorcemos, pues!