Hay frases que son más viejas que la goma Milán. Expresiones trasnochadas que siguen estando presentes en corrillos de gente que, quizá por inexperiencia o desconocimiento, se sueltan como dogma de fe para dárselas de doctos expertos.

Seguro que muchos de vosotros habéis oído alguna. Tanto la frase, como la correspondiente explicación. Y a ver, que no pasa nada, que son viejas cantinelas pero no dañan a nadie. Las que llevan mala folla sí… sino que me lo digan a mí, que soy de Cariñena y sigo escuchando eso de «vinos peleones que se cortan a cuchillo», cuando es totalmente falso. Me juego el coche con quien quiera entrar al trapo poniéndolo en duda –arriba tenéis la dirección de correo–.

Comencemos con el archiconocido «no tengo ni idea de vinos, pero sé el que me gusta y el que no me gusta». ¿A que os resulta familiar? A mí me encanta la música y no sé solfeo, como tampoco entiendo que hay que tener conocimientos audiovisuales para disfrutar de una película. Sí que quien usa esta frase debe probar el vino y, lógicamente, se quedará con el que más le satisfaga. El paso siguiente es indagar en los motivos de agrado o rechazo. Eso, con práctica y memoria se apaña rápidamente.
Otro clásico anticuado es el de mover la copa antes de llevársela a la nariz. Es lo habitual, pero lo correcto que debe hacerse es oler a copa parada, principalmente para conocer la intensidad, y después girarla para detectar muchos otros matices que se liberan en contacto con el oxígeno.

Se sigue escuchando también que los vinos mejoran con el tiempo. Mentira cochina. Que tenga más edad no significa que estén mejor. Pero claro, nuestro subconsciente parece que le da más valor a añadas del año la polca cuando, si la conservación no ha sido la correcta, puede llegar incluso a estropearse completamente.

Se perderá la carga frutal y se ganará en matices de reducción cambiando su fisionomía. Por lo tanto, cambiará pero a partir de cierta edad, mejorar lo que se dice mejorar, no mejora.

Otro de los típicos tópicos, que se escucha en muchas barras y restaurantes, es el de «póngame un Rioja… y si no un Ribera». Esta me saca de quicio. Me pongo malo. ¿Acaso el consumidor final –no iniciado– cree que todo el monte es orégano? En estas zonas se encuentran algunos de los vinos más prestigiosos de nuestro país. Pero en el caso de Rioja, por ejemplo, con 576 bodegas embotelladoras, ya os digo yo que no es oro todo lo que reluce. La imagen de marca, por el peso y prestigio, hace que se generalice la calidad a todos los vinos. Y no es así.

La retahíla de clichés es interminable. Que si los vinos que no tienen denominación de origen no poseen tanta calidad, que si el cava es para los postres, que si el blanco se sirve frío y el tinto a temperatura ambiente, que si el tapón de rosca se emplea únicamente para vinos justicos tirando a flojos… ¿veis?
Hay falsos mitos y expresiones trasnochadas que, por encima de todo, alejan la realidad de un mundillo que es más placentero y sencillo de lo que parece. Basta con cogerle el gustillo, insistir, aprender y nunca dárselas de listillo.