CULT carnet 3

Permítanme la presente digresión, sobre los refranes españoles –paremiología– y el arte de la cocina –gastronomía–.

Los paremiólogos por excelencia han definido el refrán como un dicho sentencioso de uso difundido y que se transmite de generación en generación, generalmente de rima sencilla que facilita su memorización.

Con frecuencia, el refrán nos marca una senda a seguir, algo que en principio será útil para nuestra vida, bien porque nos dice cuál es el modo correcto de conducirnos o, por el contrario, censurando nuestros vicios o nuestra errónea manera de actuar y, por supuesto, los refranes abarcan todos los ámbitos de la vida, entre ellos, el relacionado con el buen yantar.

En efecto, siendo la comida y la bebida, esenciales para nuestra existencia como seres vivos, desde la noche de los tiempos se conocen dichos, sentencias, aforismos, proverbios o refranes que recogen esa necesidad esencial, y también los efectos debidos a los excesos que se cometen por esa inclinación bastante normal y harto frecuente de pasarse de la raya en el comer o en el beber o en las dos cosas a la vez.
Ya nuestros sesudos congéneres de la época del imperio romano, adelantándose a las dietas para conseguir un vida saludable, nos decían que «Se ha de comer para vivir y no vivir para comer»; como dicen los italianos «Mangiare per vivere e non vivere per mangiare».
Aunque, ya sabemos, que el infierno está empedrado de buenas intenciones, y que las más de las veces, lo que ocurre es que damos rienda suelta a nuestro instintos más primarios, y vivimos para comer.
De ahí, que igualmente desde antiguo se han usado expresiones para caracterizar dicho afán por comer desmesuradamente.

Veamos algunas.

Así, a quien come más allá de la cuenta le llamamos tragaldabas. Parece ser que el uso de dicho término, que nace de unir el verbo tragar –acción de ingerir un alimento o líquido– y aldaba
–pieza de hierro colocada en las puertas que servía para llamar golpeando con ella–, nació en el siglo de oro español, y ello en el sentido de señalar el apetito desaforado de cualquier persona que se comería hasta las puertas, incluyendo como elemento de las mismas las aldabas que eran de hierro, y de tamaño considerable.

O, también, como siempre me ha contado mi madre, se dice de alguien «que comió como un heliogábalo» o que «comió como Heliogábalo».

De pequeño siempre pensé que un heliogábalo debía ser como un dragón, que era capaz de engullirse un pueblo entero. Mas la verdad, es más sencilla. Heliogábalo fue un emperador romano –Marco Aurelio Antonino por más señas–, que, más allá de otras rarezas que no vienen al caso, gustaba mucho de los placeres de la mesa, comiendo con verdadera gula y de manera muy desordenada.

Más del pueblo llano, era «ponerse como un pepe». Durante mucho tiempo el día de San José, día del padre, era fiesta nacional y se celebraba en todas partes. Había abundancia de Pepes y de Pepas y rara era la familia donde no había más de uno, y de dos, tanto como primer nombre, como de segundo, y aún de tercero. Cuando yo nací, mis dos abuelos, mi padre y mi hermano mayor se llamaban José. Era una fiesta familiar y por supuesto gastronómica, con una comida especial. Y ha de suponerse que de aquellos banquetes viene aquella expresión.

Y un poco más erudito, hacer un banquete pantagruélico, cuyo origen es la obra del autor francés Rabelais, Gargantúa y Pantagruel. En ella se narraba la vida de un gigante de un apetito tan voraz que dio forma a esa expresión.

Sí, probablemente si alguno de ustedes han pasado hambre, refutarán los anteriores dichos con el siguiente «más vale una jartá que dos hambres», y que «Mientras puedas, goza de la vida alegre, que la triste, ella se viene».

Y no sería justo acabar estas nuestras consideraciones acerca de la comida y la paremia, que recordar aquél otro que nos dice que, en ocasiones, «hombre refranero, tonto y majadero».

Fuentes:
José M. Iribarren en su libro El porqué de los dichos.
Real Academia de la Lengua Española (RAE)
Diccionario de Modismos, de Ramón Caballero
Diccionario de dichos y refranes, de Cantera Ortiz de Urbina