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Dice la una que hay que evitar que los restaurantes estén abiertos a la una de la madrugada, que tenemos que cambiar los hábitos. La otra, para variar, alude a esa libertad que nadie, ni el Estado, puede arrebatarnos, obviando los cientos de normas que impone cada año. Y así seguimos, ocurrencia tras ocurrencia, sin solucionar nada.

La vida que hemos ‒o nos han‒ elegido exige que determinados servicios y actividades se extiendan a lo largo de todo el día. Incluyendo absurdos que se arrastran desde hace decenios, como las guardias de 24 horas de los médicos. Por la noche trabajan los de la recogida de basuras, algunos taxistas, trabajadores de determinadas fábricas, empleados de trenes de mercancías, algunos periodistas ‒no había periódicos los lunes‒, los panaderos, los del Mercazaragoza, vigilantes, etc. Y algunos empleados de hostelería, ciertamente.

En esta economía liberal sigue existiendo la ley de la oferta y la demanda. Si un restaurante está abierto para dar de cenar a las once, será porque espera comensales, lo que no pasa en miles de pueblos y ciudades españolas. Deberá ser la clientela la que ajuste los horarios, de la misma forma que la antaño alegre noche española ha dado paso a un tardeo que no para de crecer. Obviamente, no es lo mismo Teruel que Barcelona.

No es un secreto que en París existen restaurantes abiertos las 24 horas del día, pero, eso sí, quien te sirve va variando a lo largo del día. No hacen turnos de doce horas, sino los que legalmente les correspondan. Pues de eso se trata, de respetar las leyes laborales, de pagar más a quien deba trabajar en horarios no habituales, de no explotar a los trabajadores.

Y poco a poco iremos entendiendo que quizá no deba costar lo mismo una cena a las nueve de la noche, que otra a las doce. De hecho, ya pagábamos más por las copas nocturnas que por las vespertinas.

Libertad sí, respetando las normas y los derechos. De los consumidores, de los vecinos y de los trabajadores. Resulta bastante sencillo de entender. Y será el empresario que se arriesgue quien nos aclarará si dar de cenar a medianoche en el barrio de Delicias tiene sentido o no.