Tras varios intentos, la bruja Narbona había convencido al vampiro Drake para visitar su restaurante favorito y probar el menú del día.

–Ya verás cómo te va a encantar. No sé cómo puedes preferir la carta. Aquí dan un menú formidable y además debajo de la torre donde vivo, fíjate. Por un precio razonable, festín de sabores. ¡ Mira que crema de calabaza, por santa Bárbara!

–Bueno, festín festín. No le veo una pizca de misterio, la verdad. Yo prefiero, y lo sabes, algo con un poco más de carácter. Un solomillo sangrante, un risotto de esos que te hacen sentir vivo de nuevo; vamos, un plato de los que reciben la luz de la luna.

–¡Ay hijo, qué drama! En el menú del día hay tantas opciones que te puedes marear. Como cuando no tienes sangre. ¡Son todo hechizos culinarios !

–Que no. El menú es… no sé, como un hechizo que no da resultado. Como tirar polvo de hada en la boca de los asnos. En la carta del bistró debajo de mi castillo, te dan algo real. Algo para saborear lentamente mientras disfrutas tu copa de sangre.

–Siempre con tus refinamientos. No puedes negar que en este menú tienes de todo y además bien rápido que te lo sirvan. Es como aquel conjuro de rapidez, ¿te acuerdas?

–Rapidez, ya. Qué será lo próximo. ¿Magia instantánea? No veo la magia en que el menú sea rápido y económico.

–Claro, por que tu, además de ser rico, no tienes nada que hacer en todo el día, más que dormir. Mira, hoy te has puesto las Ray Ban y has salido de día. No me digas que no vale la pena.

–Chica no sé qué decirte. A ver si va a ser una combinación de ingredientes baratos. Yo estoy en la cima de la cadena alimenticia y no me conformo con cualquier cosa. Que soy un vampiro, ¡leñe!

–Que sí. Tu sofisticación y esas pamplinas de la aristocracia. Al menos aquí no tienes que esperar siglos a que te traigan ese solomillo de lujo. A mí después de comer aquí me da tiempo de volver a la torre a preparar mis pociones e incluso de echarme una pequeña siesta. Y bien comida. Y lo que te digo, no me cuesta una fortuna, que tú no haces otra cosa que tirar el dinero en chorradas.

–Chorradas no. Mis ancestros siempre fueron a la carta. A restaurantes repletos de vampiros, vampiresas, aristocracia variopinta, algún gran inquisidor, ya sabes.

–Ya. Y los míos al menú del día a restaurantes con buena clientela como brujas, verdugos, parteras, sanadoras, ensalmadoras, curanderas y algún fraile despistado pero bueno, estamos hablando de la relación calidad precio, que te me vas por las ramas.

–Bien, debo admitir que es mejor de lo que pensaba. No me desagrada. Así vario un poco. Además no me molestan tampoco las hechiceras, conjuradores y demás, que lo sepas. Pero mañana vuelvo a mi carta, ¿eh? No te vayas a pensar que me has convencido.

–Lo que quieras. Pero sé que en esta ocasión sí que te he convencido, cabezota.

–Bueno, bueno. Lo que tu digas. Por cierto, en este sitio ¿no tendrán menú por la noche?