
Racimo de uva prieto picudo. Foto: Francisco Orós.
Valdevimbre es una localidad situada al sur de la capital con una contrastada tradición vitivinícola. De siempre el vino elaborado en la zona fue el rosado de Prieto Picudo y todavía a día de hoy sigue siendo el más consumido por copas. Aquellos rosados intensos, en ocasiones casi tintos si se le iba un poco la mano al responsable de la prensa, han quedado más bien atrás y la mayoría de las bodegas familiares se han trasladado desde las cuevas subterráneas en las que se elaboraba aquel vino a modernas instalaciones rodeadas de viñedos.
Aderezada con la ilusión de estos pequeños productores, se creó en los años ochenta una asociación de viticultores, elaboradores y comercializadores que dos décadas más tarde se concretó en la joven denominación de origen Tierra de León, defensora a ultranza de dos variedades autóctonas, albarín y prieto picudo, aunque abierta a la utilización de otras castas blancas –verdejo, malvasía, godello, palomino– y también tintas –mencía, tempranillo, garnacha– quizás más conocidas y comerciales, pero con menos arraigo en la zona.

Granos de prieto picudo y albarín blanco. Foto: Francisco Orós.
Bodega Pardevalles fue una de aquellas bodegas familiares, responsables del impulso inicial de la DOP Tierra de León. Con la firme creencia de que ningún otro cepaje se ha adaptado mejor al clima y al suelo, su vínculo con el cultivo de albarín blanco y prieto picudo no puede ser más decidido. Las 38 hectáreas de viñedo propio con las que se elaboran sus vinos se reparten exclusivamente entre estas dos variedades autóctonas leonesas de ciclo corto.
Cabría pensar por tanto que su catálogo de vinos no debería ser muy amplio. Nada más lejos de la realidad. Con tan sólo dos castas, pero jugando con la diferente expresión en cada parcela, alguna variación durante la elaboración y sobre todo con la particular crianza subterránea en barrica de roble francés, el portafolio de Pardevalles no puede calificarse de pequeño.
La albarín blanco es una uva delicada, aromática y fresca. Con ella se elaboran vinos con recuerdos a frutas de pepita, heno y flores blancas. La climatología determina que sean vinos con fresca acidez y moderado contenido alcohólico, excelentes cimientos para realizar con ellos crianza en barrica, lográndose de esa manera una mayor estructura, untuosidad y persistencia en boca. Por buscar alguna similitud con alguna variedad internacional, quizás podría recordar aromáticamente a la sauvignon blanc, salvando lógicamente las distancias. Se dispone de muy pocas hectáreas de albarín blanco –de hecho, la bodega elabora en el mejor de los casos 25 000 botellas al año– y las heladas tardías de primavera no ayudan precisamente a mejorar la situación, ya que algún viñedo joven a punto de entrar en producción debe ser arrancado para volver a empezar de nuevo a trabajar desde el inicio. Así de ingrata es la viticultura. Pardevalles elabora con la albarín tres vinos: un blanco joven llamado Pardevalles Albarín, un blanco fermentado y criado en barrica nueva denominado Carroleón Blanco y un semidulce destinado al público joven con el original nombre de Albar & Coque.

Cepas de prieto picudo plantadas en espaldera. Foto: Francisco Orós.
Por otra parte, la prieto picudo es una variedad tinta que tradicionalmente se ha plantado en vaso. Su peculiar porte rastrero, apenas sin elevarse del suelo más de un par de palmos, ha dificultado las labores en el campo e impedido su mecanización. Así fue durante años, hasta que la familia Alonso, responsable de Bodega Pardevalles, comenzó a plantarla en espaldera. Sin duda hay un antes y un después a aquella decisión técnica que supuso una revolución y una ruptura con el pasado, pero que sin embargo permitió optimizar la aireación y la maduración homogénea de los racimos, las técnicas de poda, el aclareo y en especial la vendimia.
El cultivo de esta uva tiene su dificultad, en concreto su forma de poda. Las dos primeras yemas no dan fruto ni en cantidad ni con calidad suficientes como para poder elaborar vino, así que conseguir formar una viña productiva lleva su tiempo. Los racimos son apretados y las bayas pequeñas, con el ápice puntiagudo haciendo honor a su nombre, de pulpa escasa y hollejo grueso que alberga una gran cantidad de antocianos y taninos. Lógicamente, con esas características, los mostos que se obtienen son una explosión de color y de aromas frutales. Con ellos se elaboran los afamados rosados de la zona, tintos jóvenes y tintos con crianza, porque si algo tiene a gala la prieto picudo es su excelente longevidad en botella.
Pardevalles trabaja en exclusiva con mosto-flor obtenido solo por sangrado. En realidad, es la primera bodega que nos confiesa abiertamente su renuncia al empleo de la prensa, logrando así obtener un mosto más frutal, sin verdores y amargores. Algo impensable en otros lugares y con otras variedades de uva, pero sin embargo posible con la prieto picudo de Valdevimbre, rebosante de aromas y pigmentos. Desde el punto de vista económico, sin duda contribuye el hecho de que la familia Alonso disponga también de destilería propia, ya que esos hollejos sin prensar bien cargados de componentes aromáticos y sápidos se transformarán más adelante tras su destilado en aguardientes de alta calidad.


La bodega alcanza prestigio gracias a sus tintos con crianza, criados en una cueva. Foto: Francisco Orós.
Los vinos
Durante la elaboración de los vinos rosados, tradicionalmente se ha venido empleando la técnica del madreo, consistente en añadir al mosto a medio fermentar, una cantidad variable de uva entera. De esa forma, añadiendo la madre, se consigue ralentizar la fermentación alcohólica y se obtienen vinos casi con aguja, más frutales e incluso con algún resto de carbónico que todavía los hace más fáciles y agradables de beber.
Siguiendo esta técnica original y exclusiva de la zona, se elabora el Pardevalles Rosado, caramelo de fresa, frambuesa y chucherías en nariz, con un recuerdo cítrico fresco y agradable en boca. Rendidos a la actual moda de los rosados afrancesados, elaboran también por petición expresa de un importador centroeuropeo, un rosado pálido que es en realidad un ensamblaje de albarín y prieto picudo –40-60–, más parecido a lo que suele denominarse como clarete, con aromas a flores y fresas ácidas muy alejados de los auténticos rosados de Valdevimbre.
Otra concesión a los mercados es el Pardevalles Tinto, más floral y frutal de lo que cabría esperar. Concebido para tomar por copas, la bodega ha optado por una elaboración más moderna, resultando un vino menos estructurado y menos potente en boca, muy atractivo en nariz con flores azules, violetas, frutas rojas y ese recuerdo a regaliz omnipresente en todos sus tintos y que ilustra representativamente su etiqueta.
Sin embargo, donde la bodega alcanza cotas de prestigio es en los tintos con crianza. Tras varias añadas modificando decisiones técnicas en beneficio de las guías especializadas y los prescriptores famosos, elaborando vinos al gusto de los otorgadores de puntos y demás adeptos a dicha causa, Bodega Pardevalles ha decidido regresar a sus orígenes.

Gama de vinos de la bodega, elaborados a partir de dos únicas variedades. Foto: Francisco Orós.
Y como muestra de ello nada mejor que visitar su exclusiva sala de barricas. En realidad, se trata de la antigua bodega subterránea, una cueva de 300 años de edad ubicada en el casco urbano de Valdevimbre donde antaño la familia Alonso elaboraba sus vinos. En su interior aún es posible ver el lagar de recepción, la vieja prensa de madera y alguna de las grandes cubas cargadas de historia. En esa atmósfera de reposo y tranquilidad, con una temperatura constante de 13º C y una humedad del 80% realizan su lenta crianza en barrica los tintos de Pardevalles. Dichas condiciones ambientales ralentizan la microoxigenación y consiguen una evolución más acompasada, más suave y elegante.
El Maurilia y el Carroleón Tinto, vinos top de la bodega, estrenan siempre barrica nueva de roble francés de tostado medio-bajo y en ella permanecen durante 24 meses. Su hermano pequeño, el Gamonal, utiliza barricas de segundo y tercer uso durante una media de doce meses. Los tres son vinos poderosos e intensos, monovarietales de prieto picudo, elaborados con uvas procedentes de los viñedos de los que toman su nombre, ambas parcelas de baja producción, entre 2000 y 3500 kilos por hectárea respectivamente. Los mínimos cambios en la orientación y las pequeñas variaciones entre suelos, determinan grandes diferencias entre una viña y otra. Capa media-alta con ribete granate, sin atisbos florales en nariz, frutas negras pasificadas, especias, tostados, tabaco y mil cosas más. Estructurados y sabrosos, más complejos el Carroleón y por supuesto el Maurilia. Redondo, equilibrado y casi perfecto el Gamonal, quizás el vino más completo de la bodega, sin duda nuestro favorito.
En general los vinos de la DOP Tierra de León se destinan mayoritariamente al mercado extranjero, siendo prácticamente anecdótico encontrarlos en otras provincias españolas. Y es que ni siquiera cuentan con una gran implantación en la hostelería leonesa, dominada por las omnipresentes y premiadas mencías de la DOP Bierzo. Los prieto picudo y los albarín tan solo aparecen en las cartas de los restaurantes de cierto nivel o bien –todo lo contrario– disponibles por copas en pequeñas tabernas del Barrio Húmedo del casco antiguo de León.
Pero todo ello quizás merezca otro artículo en el futuro.
Bodegas Pardevalles. Lugar Valdevimbre, 1018, León. 987 304 222. pardevalles.es.

Vino en proceso de elaboración, recién sacado del depósito de fermentación. Foto: Francisco Orós.




