La sombra de los favoritismos e intereses cruzados planea sobre numerosos concursos y premios centrados en la gastronomía y la agroalimentación, aquí y en todos lugares. No faltan casos flagrantes, pero no toca ahora escribir de ello. Sí del Certamen Nacional de Gastronomía al que la delegación aragonesa acudió con una cierta sensación de incertidumbre, pues en la edición anterior, celebrada en Zaragoza, ganaron los de casa; bien es cierto que gracias a un magistral tratamiento del ternasco y el esturión, productos todavía poco conocido más allá del Ebro.

Se impuso la evidencia. El trabajo de los Carcas, según reconocían sus mismos competidores, estaba muy por encima del resto. De hecho, además del primer premio, ganaron el mejor uso de la sobrasada –que aquí se utiliza poco en cocina− y el de la corvina, que sí trabajan habitualmente en su establecimiento.

Quiérese decir que no hacen faltan paripés para repartir justicia en los premios. Ni esconder autorías de las propuestas, aunque todos sepan quién cocina cada plato; profesionalidad simplemente.

El jurado mallorquín, cocineros y patrocinadores, valoró lo que debía. La calidad del plato y su ejecución técnica en la cocina. Y ganaron los mejores, sin más. Aunque volvieran a ser de la misma comunidad que el año anterior –caso insólito−, y a pesar de que vinieran avalados por otros importantes premios internacionales. Lo hicieron mejor y punto.

Toca ahora que todos, administrados y administradores, nos lo creamos y hagamos piña entre nuestros paisanos que triunfan allá donde vayan. Que pongamos en valor estas distinciones, nuestros productos, agotemos las reservas en sus barras y mesas y, tras ellos, consolidemos un sólido núcleo de establecimientos y profesionales, capaz de sonar fuera.

Porque si no nos conocen, la culpa es solo nuestra. Lo del buen paño, sirve también para la gastronomía.