HOLA portada

Sábado, 11. Día vigesimonoveno

Sábado Santo y seguimos confinados. Agotadas las reservas de pan, aprovecho el viaje a la panadería –de paso estreno, orgulloso, mi mascarilla morada− para reciclar. Una nueva costumbre, instaurada por mi madre, que ha organizado la cocina: en la caja vacía de cava, las botellas, es la más resistente, doce. En la de Enate, el cartón y el papel, será por la pintura y el arte. Y en la de Sommos, los envases, vaya usted a saber el porqué.

Me asaltan varias dudas. ¿A qué contenedor van las cápsulas del vino y el corcho sintético? ¿Las chapas de cerveza? San Google me lo soluciona: cápsulas y corchos de plástico van al verde, pues «el tapón forma parte del mismo envase. Por eso, ya está contemplado que una vez llegue a la planta habrá elementos que deberán separar».

Por esa misma regla de tres, las chapas deberían ir al verde. Indago de nuevo; mala idea. Contradicción, es lo que tiene Internet, que afirma y niega a la vez. «Aprovechamos para recordaros que, además de las comentadas tapas metálicas de tarros de vidrio, también las chapas metálicas de botellas de vidrio y los tapones de plástico que vienen con algunos envases de plástico (botellas, briks…) se han de llevar al contenedor amarillo para su reciclaje.»

Encuentro un listado con hasta ochenta cosas y su contenedor correspondiente. Unas lógicas y otras sorprendentes, como que la caja de cartón de los medicamentos debe ir «al punto SIGRE de las farmacias» ¿Qué será eso? ¿Contamina el cartón de las medicinas? ¿De qué está hecho? Menos mal que no soy conspiranoico. ¿Y los prospectos en papel de las medicinas, también al Sigre ese?

Decido seguir la voz de la experiencia –la madre− y seguir su criterio, bastante aleatorio, pues chapas y cápsulas conviven alegremente con botellas por un lado, y latas por el otro. Sea.

Ya en la calle, enmascarillado, vacío el carrito –era grande, recuerden, me caben perfectamente las cajas repletas− en los respectivos contenedores y me acerco hasta el quiosco más cercano: cerrado. Busco otro, con cierto temor ya que me estoy alejando de mi refugio doméstico. Pero el Hola es artículo de primera necesidad. Para placer de mi madre y tranquilidad mía, que también le echaré algún vistazo. Lo que me temía, se me acerca un municipal y estoy a varias manzanas de casa, al menos cuatro ¿por qué hay cada vez menos quioscos?

¿De compras, no? Sí señor, respondo educado y temeroso ante la autoridad. ¿Me permite? Comprueba que el carro está vacío mientras le va cambiando de cara.

Verá, señor agente, tartamudeo –con la mascarilla no se verbaliza, bien−, lo que no contribuye a mejorar la cara del policía. He bajado los residuos a sus contenedores respectivos, aunque tenía dudas acerca de la ubicación de las chapas y… Al grano, me interrumpe, ya molesto.

Me quito la mascarilla –según las normas, que aprecie que soy buen ciudadano, respetuoso con las normas de confinamiento, desde la oreja−, tomo aire y sigo. Y bueno, antes de ir a por el pan, he ido al kiosco a por el Hola para mi madre; estaba cerrado y busco otro por aquí.

¿No sabe qué día es hoy? Sábado de Gloria, respondo en mayúsculas, esperando que sea devoto o, al menos, creyente. Y sigue: Tres días hay en el año… Que relucen más que el sol, Jueves Santo… Cállese, me interrumpe. Tres días hay en el año que cierran los quioscos, señor, solamente tres: Sábado Santo, Navidad y Año Nuevo. Y precisamente hoy tiene que comprar el Hola, que, por cierto, sale los miércoles. ¿A que no lo sabía? Pues, no sabía que sale los miércoles, precisamente.

Lo de los quioscos, ¡coño!, se le escapa. Si leyeran más periódicos y menos Internet, concluye mientras atisba una picarona sonrisa.

Resulta que el agente, ya amigo, casi hermano, me ha reconocido al quitarme la mascarilla. Sigue mi blog, mi Instagram, mis redes, que me han salvado de una buena.

Le acompaño a por el pan, así verifico su coartada, ordena. Y de paso, me explica esos filtros que usa para los platos coreanos; a mí no me quedan tan lucidos. No puedo menos que regalarle torrijas, huesos de santos, buñuelos y hasta una tarta de nueces.

Ya en casa, a salvo, me envuelve un aroma familiar. Ternasco asado. Pero sin patatas en rodajas, hijo, no podía cortarlas. Pero asadas también están ricas. ¿Me has traído el Hola?

En días anteriores…