La DOP Cariñena ha presentado su nueva colección premium de El Vino de las Piedras, que incluye un ambicioso plan promocional en toda España, con Santiago Segura como prescriptor de los mismos.

Más allá de que guste o no la campaña, hay que reconocer –y saludar– la ambición y coherencia de la difusión de esta poderosa denominación. Mantienen desde hace tiempo, en contra de otras organizaciones, el mismo concepto, lo que logra afianzarlo en el consumidor. Sorprendió en su momento, y dio mucho que hablar, el pétreo concepto, que ahora se encuentra plenamente asentado y justificado.

Por otra parte, Segura mantiene un estrecho vínculo con Cariñena, donde sus manos están inmortalizadas en el paseo de las Estrellas. Y no pierde ocasión para colocar vinos de Cariñena en sus películas. Es, además, un personaje capaz de ampliar el espectro de la clientela cariñenense, llegando a otros públicos, quizá reacios al consumo de vino. Y para los puristas, ha sabido demostrar que se desenvuelve bien los fogones. Nada que ver con el personaje que le dio el salto a la fama.

Resulta más que agradable escribir una columna en positivo. En general, y en particular en el campo agroalimentario, parece que nos guste refocilarnos en el menosprecio de lo que hace los demás. Seguimos con el «flojico, maño» a la menor ocasión; aprovechamos la mínima para fustigarnos, como si nos fuera la vida en ello.

Probablemente no seamos más –ni menos– que otras comunidades, pero aquí nos solemos pasar de frenada en las autocríticas hasta llegar al masoquismo. En todos sitios cuecen habas, pero prefieren poner la tapa para que el olor no se expanda. Quizá sea tiempo ya de gritar lo bueno que tenemos, animarnos a ser más ambiciosos y, simplemente, susurrar en voz baja los errores que cometemos.

Y que conste, que el firmante no cobra de la denominación. Igual que dijo Segura: tan sólo algunas comidillas de vez en cuando.