Supone uno que no será una estrategia buscada, pero cada vez que el iva iabre la boca, aquí o en Londres, la arma bien gorda. Ciertamente, su ministerio, con escasas competencias, poco aparece en los medios salvo para diferentes chanzas, que si los juguetes, el turismo…

Pero son sus declaraciones relacionadas con alimentación, generalmente mal leídas, tergiversadas o burdamente simplificadas, las que le llevan a las portadas. Si es buscado o no, él mismo o sus asesores sabrán. El problema radica en que tales simplificaciones llegan a la sociedad, oscureciendo el verdadero debate, mucho más complejo.

Al respecto de este absurdo y apresurado debate sobre la ganadería española, resulta un interesante aporte las «tres razones por las que la ganadería industrial es mala para la España vaciada», que se exponen en el blog Mallata.com, echando por tierra tres mitos: que atrae población al mundo rural; que crea empleo; y que es positiva para el medio rural.

Nadie se indigna ya porque legislación obligue a diferenciar los huevos de jaula de los camperos, que quizá posean el mismo valor alimenticio –incluso gastronómico, por si alguno se pone discutón al finalizar las vacaciones navideñas–, pero esa misma legislación no obliga a diferenciar un cerdo ‘industrial´ de otro criado en ganadería extensiva. Es el precio, los costes de producción, lo que hacen que sean diferentes en el mercado. Parecido podríamos escribir del vacuno o de otros animales criados, no se olvide, para que nos los comamos.

Nuestro país  –léase, España o Aragón, da igual– ha apostado desde los diferentes gobiernos por un modelo ganadero industrial, especialmente en el porcino, lo que proporciona evidentes réditos, en gran parte gracias a la exportación.

El único problema reside en que esos mercados exteriores pueden disminuir –parece que lo están haciendo poco a poco– y que las granjas se pueden trasladar de ubicación con gran facilidad. Las montaneras extremeñas o las praderas pirenaicas, no.