Dice que se reinventa con facilidad. Algo que justifica que a sus 39 años, Gabriel Lucas haya sido socorrista o camarero de discoteca. También azafato de vuelo aunque el accidente de Spainair de 2008 lo dejó sin trabajo. Abrió hasta dos restaurantes pero un comercial le convenció de que tenía cara de sumiller.
En 2010 traspasó sus negocios, empezó a formarse y hoy es el Mejor Sumiller de España –2021–. Admira del también mallorquín Rafa Nadal su lucha y constancia. Y lo tiene claro, quiere ser el sumiller más completo de nuestro país.

VIN Gabi Lucas GOC

Gabriel Lucas, mejor sumiller de España en 2021, comenzó a formarse apenas hace una docena de años. FOTO: Gabi Orte Chilindrón.

 

«No hay que saber de vino para beber, solo te tiene que gustar»

¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el vino?

Debió ser alguna fiesta de mis padres, en la que acabaría debajo de la mesa riéndome sin saber porqué y con todos riéndose conmigo. Es un recuerdo típico que nos habrá pasado a muchos: probar el vino por primera vez, pasártelo bomba sin saber la razón. En mi casa, ha habido vino siempre, siempre se abría una botella de vino en las celebraciones.

¿Y su primer recuerdo profesional relacionado con el vino?

He cambiado mucho de profesión, así que hasta que no tuve que abrir mi restaurante, no me planteé este mundo. Y fue gracias a un visitador que vendía cavas que me dijo que tenía cara de sumiller. Le entré por el ojo. No me convenció de principio, de hecho, abrí otro restaurante en plena crisis de 2009-2011. Pero entonces insistió, me dijo que me ayudaría, traspasé los negocios y empecé a estudiar.

Usted, ¿qué quería ser de mayor?

Nada. No creo que haya tanta gente que lo tuviera claro. Yo solo sabía que tenía que trabajar duro, porque así me lo decía mi padre. He sido de todo: azafato de vuelo, socorrista, he trabajado en discoteca, hostelero… Me reinvento y me readapto rápido. He hecho mil cosas y podría hacer mil más. Solo tuve claro qué quería ser cuando empecé a estudiar para sumiller

¿Cómo le explicaría qué es la felicidad a un niño de siete años?

Que buena pregunta y qué difícil responderla. Pienso en mi hijo que es pequeño y le diría que ser feliz es hacer las cosas con amor y corazón, no hacer daño a nadie. Compartir, querer y ser buena persona, que no es fácil en esta vida.

¿Qué parte de responsabilidad tiene el vino en su felicidad actual?

Mucha. Ser feliz no es fácil y se consigue cuando tienes estabilidad, cuando te sientes realizado y estás en el camino de conseguir lo que quieres. Y a mí, el mundo del vino me ha abierto muchas puertas, me va bien, me da estabilidad importante para mi familia y veo, delante de mí, un camino enorme. Si tuviera un trabajo en el que ya no puedo crecer, estaría buscando otra cosa. Siempre tengo en la mente cursos, competiciones.

Hace un año publicaba un artículo que se titulaba Señal de precio y criticaba el esnobismo del que tiran algunos bebedores de vino para impresionar. ¿Hay mucho snob entre los winelover?

No entre los que respetan el vino, pero sí entre los que quieren aparentar. Contaba una anécdota real que pasó en Huesca, la de un hombre que pidió cambiar una botella de 3000 pesetas de entonces porque olía a vino. El propietario cambió el vino de la botella, y le dio uno de 150 pesetas. Y entonces dijo «ahora sí». En el vino hay mucho snobismo y osadía, que no audacia. Se ve en las catas. Mira, recuerdo un viaje para periodistas por los Monegros que organizó hace años Martínez Urtasun en el que un tonelero nos decía «nos decís más que chorradas, que el vino huele a cuero, anda que habréis olido mucho cuero…» Una bofetada a las tonterías de algunos en las catas.

Dicen que todos los españoles llevan dentro un presidente del gobierno y un seleccionador de fútbol. ¿También llevamos ahora un sumiller?

Si te refieres a que parece que sabemos de todo, sí. Al ser un país productor y tener vinos con una buena relación calidad-precio, mucha gente cree que sabe de vino más de lo que sabe realmente. Hasta yo, cuando salgo fuera, me doy cuenta de que no tengo ni idea de vino, imagina. Pero siempre he defendido que no hay que saber de vino para beber, solo te tiene que gustar. En España, tristemente, nos queda mucho por aprender del vino.

Hablar de las emociones del vino ¿es solo imagen?

No, para nada. Solo puedes hablar de las emociones cuando has visitado los viñedos, hablas con las personas que elaboran el vino, sabes lo que hay detrás de una etiqueta. Si solo compras vino y te lo bebes, es difícil hablar de emoción en el vino. Pero si ves qué hay detrás de una botella, la emoción es innegable.

¿Se sigue disfrutando del vino cuando se trabaja con vino?

Se disfruta más, se aprecian más los grandes vinos, su complejidad y se comprenden más los vinos baratos, porque sabes cómo se han producido. Si entiendes el sistema, entiendes el vino y disfrutas de todo.

¿A quién invitaría a un vino? Personaje histórico, público o alguien de su entorno.

Rafael Nadal. Yo he jugado once años al tenis, es mallorquín como yo, sueño con ir a una final de Roland Garros y verle ganar, es un ejemplo de lucha, constancia y cabezonería. Yo muerdo mis trofeos como homenaje a Nadal. Sé que bebe tequila, así que me encantaría una tarde de vinos o tequila con él.

¿Y quién cree que no se merece ni olerlo?

Muchas personas, pero prefiero no decir a nadie. Me lo quedo para mí.

¿A quién le debe un vino? (Cita pendiente)

A mis amigos del colegio, esos que siempre están ahí, que les cuidas un poco menos. «La semana que viene te veo». Pero se lía, por temas familiares, por agenda laboral, por nuevas amistades. Sería justo que mis amigos de toda la vida se bebieran un buen vino, aunque no lo entendieran para nada, porque no han pagado más de cinco euros por una botella [risas].

¿Cómo se ve dentro de diez años?

Nunca miro a tan largo plazo. Lo que tengo lo he conseguido en cinco años. Pero, si pienso, me veo con una familia preciosa, con mis familiares mayores vivos, me veo como un sumiller laureado, consiguiendo el Máster Sommelier, ojalá con el Campeonato de Europa que disputaré en 2024.

La última. Tiene que escribir un mensaje de WhatsApp a alguien. No me diga a quién, pero sí qué escribiría.

¡Buff! A mi madre, que ya no está conmigo, le dije todo y estoy muy tranquilo de haber pasado casi todos los días de mi vida con ella. Así que quizá a la persona que me introdujo en el mundo del vino, que ya se lo dije, pero Jaume Tauler, gracias por convencerme de dejar el mundo de la hostelería como emprendedor para devolverme al mundo de la hostelería como sumiller.