ECO Melón de Torres de Berrellén

 

Me resulta gratificante y poético referirme a las frutas y hortalizas propias de cada estación como tiempo de cerezas, temporada de tomates, época de calabazas, melón de verano… porque me hace sentir que formo parte de la naturaleza y sus ciclos. En este mundo tan apresurado en que la inmediatez es la que rige todos los aspectos de nuestra vida, celebro que haya alguien que pregunte: «¿Sabéis qué es lo mejor del tomate? La espera».

Lo mismo me sucede con los melones. Para mí, es un auténtico lujo poder desayunar en verano una rodaja de melón antes del café y las tostadas con el fresquito de la mañana. Pero no me refiero a todos esos melones que podemos ver durante todo el año depositados en los lineales de los supermercados y que, en vez de alegrarme la vista, me producen cierto rechazo, al pensar que no les han dejado desarrollar toda su potencialidad y al meditar en la huella de carbono que dejan al ser transportados desde lugares lejanos, porque, por mucho que los exhiban en todas las estaciones del año, son unas hortalizas de temporada.

Por este motivo, quiero referirme a los melones de Torres de Berrellén –variedad tendral–, originarios de la Comarca de la Ribera Alta del Ebro y de Zaragoza. Hoy estamos de enhorabuena, porque gracias al tesón de sus promotores de la Asociación de Amigos del Melón de Torres de Berrellén, a la inestimable labor del Banco de Germoplasma Hortícola-CITA, a la implicación de los hortelanos, vecinos y Ayuntamiento de Torres de Berrellén, y otros organismos como ADRAE y Gardeniers, estos últimos ya los venden en su puesto de la Muestra Agroecológica de la Plaza del Pilar todos los sábados por la mañana.

El melón de Torres de Berrellén ha sido incluido, en octubre de 2020, dentro del proyecto de Slow Food denominado Arca del Gusto al cumplir los requisitos que se necesitan para estar protegidos y evitar que se pierda biodiversidad, al haber desaparecido como tal, a finales de los años 60. Este melón se ha podido recuperar gracias a unas semillas guardadas por un agricultor del pueblo. Es cultivado a pequeña escala por métodos sostenibles y justos, representando a su territorio para el que constituye un símbolo para todo el pueblo y localidades cercanas, así como poseer una calidad contrastada.

Estando el melón tan presente en nuestra cultura gastronómica, aportando hidratación y frescura en los meses que más la necesitamos, entregando su dulzor, aromas perfumados, jugosidad, sabrosidad, sin aportarnos apenas calorías, pero sí vitaminas B y C, no se entiende que no cuidemos más su presentación. Mucha gente piensa que su gruesa corteza rugosa, le resta delicadeza, pero es justo la adecuada para albergar esa pulpa tan deliciosa.

Afortunadamente, se van dejando de ver esas pilas inmensas de melones por el suelo al borde de las carreteras y ahora suelen venderse en carros protegidos con toldos.
Por poner un ejemplo, en Tokio cuidan los melones porque constituyen un maravilloso regalo muy cotizado.

Quizás lo siguiente será dejar de designar a la persona torpe o necia por el apelativo melón, porque esta delicia no se lo merece.