CULT Licor hijodeputa

 

Los comerciantes avispados saben que tras un nombre comercial, o marca, atractivo viene una venta suculenta, lo que explica la búsqueda de términos o expresiones que bordeando los límites legales satisfagan esas expectativas.

Pero no siempre sucede lo que uno quiere. Como muestra un botón.

¿Imaginan ustedes que alguien pretendiese registrar el término hijoputa como marca?

En 2009, tanto la oficina encargada de su registro, como las instancias superiores consideraron que la marca solicitada por un comerciante español para licores, hijoputa era contraria al orden público o a las buenas costumbres. Entendieron, en esencia, que el público español de la Unión Europea percibiría el término hijoputa como un término intrínsecamente injurioso y ofensivo.

Pese a las alegaciones sostenidas por el solicitante de la marca, que cualquier persona con mínimo sentido común nunca percibiría esta expresión como peyorativa o contraria a las buenas costumbres, sino más bien en un sentido afable o bonachón, elogioso del objeto al que va referido, dado que dicho término no tiene encuadre personal en absoluto; las entidades comunitarias, consideraron el término hijoputa una expresión indudablemente ofensiva en español.

La denegación se basaba incluso en la definición extraída del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española: «1. vulg. Mala persona. Insulto». De este modo, el término controvertido se percibiría claramente como un insulto en el lenguaje común. Salvo que concurran circunstancias especiales, posee la capacidad intrínseca de ofender a cualquier persona normal que lo perciba y comprenda su sentido. Habida cuenta de este significado, es razonable pensar, que el consumidor medio de los productos objeto de la solicitud de marca, representativo de una moralidad pública alejada de los extremos, percibirá principalmente la expresión como gravemente ofensiva y por ende moralmente reprochable.

Recientemente, año 2021, otro comerciante de la Mancha –en este caso de vinos– quiso proteger nuevamente una expresión muy parecida, hideputa. De hecho, la solicitante, decía inspirarse en el mismo Quijote de Don Miguel de Cervantes, en uno de cuyos capítulos, el simpar escudero Sancho Panza llama al vino hideputa y lo alaba por su calidad, por ser de Ciudad Real –vino afamado en la época de nuestra excelsa obra– y por tener algunos años de ancianidad:

–¿Veis ahí –dijo el del Bosque en oyendo el hideputa de Sancho– como habéis alabado este vino llamándole hideputa?

–Digo –respondió Sancho– que confieso que conozco que no es deshonra llamar hijo de puta a nadie cuando cae debajo del entendimiento de alabarle.

Sin embargo, la Oficina Española de Patentes y Marcas –doce años más tarde– ha denegado nuevamente esta solicitud basándose en que la denominación «es contraria a la ley, al orden público o a las buenas costumbres, toda vez que el distintivo incorpora en su conjunto una calificación denigratoria, que cabe considerar de atentatoria a las buenas costumbres, incluso si está extendida en el lenguaje vulgar».

En ambos casos, con doce años de diferencia, lo mollar del asunto es saber cuándo estamos en presencia de las buenas costumbres. Se trata de lo que los juristas conocemos como concepto jurídico indeterminado, que como su propio nombre indica plantea muchos problemas de concreción.
Y si bien se han visto definidas como «los estándares éticos y sociales más comúnmente aceptados por la mayoría de la población; lo cierto es que en estos tiempos de relativismo, donde las verdades de cada uno valen lo mismo que las verdades de los demás, es difícil concretar dicho concepto, y deberemos acudir al caso concreto».

En definitiva si ustedes están a punto de solicitar un registro de marca o de nombre comercial sin haber hecho bien los deberes: investigación previa de parecidos y/o identidades, relación de productos o servicios, estudio de los criterios a tener en cuenta según la Ley de Marcas –como la posible aplicación de prohibiciones absolutas porque su posible registro pueda ir contra las buenas costumbres–, entonces les deseo mucha suerte en el registro, porque el que así lo intenta lo más seguro es que vea frustradas sus expectativas.

Y si me permiten, parafraseando a nuestro insigne Cervantes, como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente los escritos de los leguleyos, llegó su fin y acabamiento el presente escrito cuando menos lo pensaban.
Buen verano y vuelta de vacaciones.