Sostiene la patronal que faltan trabajadores formados en hostelería. No le falta razón, como tampoco se carece de múltiples oportunidades para lograrla. Desde la Administración y numerosas escuelas especializadas, como Fase Net, se ofrecen un elevado número de cursos de formación que capacitan a parados, ocupados y autónomos, para trabajar en el sector. Pero, en demasiados casos, no se cubren las plazas.

Se lamentaba el reelegido alcalde de Cariñena, aprovechando la celebración del vigésimo aniversario de la implantación de los títulos de Técnico Superior en Vitivinicultura y Técnico en Aceites de Oliva y Vinos, del escaso interés que despiertan en la población local –sede de la denominación vinícola, no se olvide–, a pesar de garantizar el trabajo en uno de los sectores más dinámicos de nuestra agroalimentación.

El convenio de hostelería, si se cumple –como sucede de forma matoritaria–, resulta bastante mejor que el de otras ocupaciones. Y sí no, sea a causa del empresario o del propio trabajador –que de todo hay–, que actúe la inspección de trabajo. Y las condiciones laborales en el sector vitícola son también muy razonables.

¿Qué pasa pues? ¿Será que sólo queremos trabajar de lunes a viernes cuando en numerosas ocupaciones –la sanidad, el periodismo, la vigilancia, las asistencias técnicas, el reparto y la logistica– se reparte a lo largo de los siete días?

Viene uno de una cultura en la que ganarse la vida era prioritario, en la que el trabajo no es que te liberara, pero sí era un bien apreciado. En la que, por supuesto, era imprescindible y necesario reivindicar las mejores condiciones laborales posibles.

Pero, como indican los datos, parece que este tipo de labores, como las propias del campo, van a ser monopolizadas por los inmigrantes. Las cocinas de nuestros restaurantes, como las estadounidenses que vemos en las películas, van a ser un escaparate de variados orígenes y lenguas.

Algo está fallando y no, no solamente se trata del salario o las condiciones laborales. La percepción social sobre el trabajo ha variado notablemente, y uno no sabe si a mejor.