Escribiría uno acerca de las desafortunadas declaraciones del representante de los hosteleros españoles, el aragonés José Luis Yzuel sobre de la situación laboral del sector en nuestro país. Pero el asunto es tan serio y requiere soluciones más imaginativas de las habituales, que supera el exiguo espacio de esta columna.

Suspiraría uno por disfrutar en casa de encuentros gastronómicos, congresos o como se los quiera llamar, singulares y diferentes, que aquí se intentaron y fracasaron. Como el centrado de la cocina de montaña que se acaba de celebrar recientemente en Andorra.

Respiraría aliviado uno si supiera que las inversiones destinadas a la promoción de nuestros alimentos tienen una respuesta, más o menos inmediata, en el incremento de ventas, en el crecimiento ‒o subsistencia, al menos‒ de nuestros productores, los grandes y los pequeños-

Se alegraría uno, si los eventos que se organizan donde la gastronomía aparece como excusa, principal o accesoria, merecieran el esfuerzo que suponen. Que nos acercáramos más a las cocinas iberoamericanas, a esa manida sostenibilidad o a la figura de Goya.

Pasearía uno más a gusto si se racionalizan las terrazas, todavía convertidas en una pista de obstáculos para los peatones, mientras los establecimientos muestran todas sus mesas vacías.

Se sigue mosqueando uno ante las diferentes varas de medir por parte de los servicios sanitarios zaragozanos ante los eventos callejeros. Parece que el rigor exigible, siempre el mismo, dependa de quién firme las solicitudes.

Se pregunta uno cómo es posible encontrar en los lineales vinos de denominaciones de origen aragonesas por un euro, que ni de lejos da para afrontar los gastos de producción y comercialización. Pero ahí están.

Sigue comprando uno su aceite de oliva virgen extra, ese tan nuestro y tan saludable, por más que siga subiendo de precio ‒en España, en el resto de Europa parece que no‒, sin que nadie de una explicación coherente del fenómeno.

Pero no. Se acaba el verano, llega un otoño que parece que tardará en cuajar ‒sin gobierno allá, con cierto desgobierno acá‒ y todavía faltan dos semanas para las fiestas del Pilar, tras las cuales comienza de verdad el curso en esta comunidad. Esperaremos para dejar a un lado los condicionales.