terraza tehife

 

 

Son muchos quienes ven exagerada la presencia de terrazas en la ciudad de Zaragoza. Basta con pasearse por plazas céntricas, como la de España, para comprobar como las mesas y sillas han invadido el espacio público, dificultando el tránsito peatonal. No digamos ya si se va en sillas de ruedas… Sin olvidar los trozos de calzada que siguen funcionando como veladores, para dolor de los automovilistas que han visto drásticamente reducidas sus opciones para aparcar.

Este crecimiento, que viene desde la pandemia, nació, se supone, como una solución temporal para ayudar a la hostelería, que tanto sufrió durante dicha crisis. Pero ha pasado el tiempo y lo provisional se ha convertido en definitivo, por más que hayan crecido las tasas.

Nada tiene uno contra las terrazas, al contario, pues todavía nos permite ‒¡ya veremos cuánto tiempo‒ compatibilizar un cigarrillo con un vino o una caña; y supone una oportunidad de contemplar cómo anda la ciudadanía. Por el contrario, obliga a soportar la dura ‒cada vez menos, eso sí‒ climatología zaragozana, por lo que la ciudad optó históricamente por amplios locales interiores, restringiendo las terrazas a zonas muy concretas, desde los parques a plazas y paseos emblemáticos. Sin embargo, desde los últimos años, no parece haber calle sin su correspondiente terraza, a nada que lo permita la anchura de las aceras.

Ha tenido que ser la Comisión Provincial de Patrimonio Cultural de Zaragoza quien haya alertado acerca del impacto negativo de los veladores en el Casco histórico. Y en esta ocasión no cabe pensar en pugnas políticas, dada que ambas instituciones, DGA y Ayuntamiento son de color azul.

No deja de ser un contrasentido constatar cómo muchos locales ‒que pagan altos alquileres‒ estén casi vacíos, mientras cuenta con abarrotadas terrazas. Metros apenas utilizados como zona de paso entre la barra y el velador.

Aunque algunos hosteleros se verán afectados, sería razonable esperar del consistorio un mayor raciocinio a la hora de autorizar y ordenar estos espacios. La ciudadanía se lo merece, pues la calle es de todos.