Creció entre viñedos y se ve en la viña, como su padre, hasta los 80 años. El nombre de Eduardo Ibáñez está y estará siempre unido al vino y a Borja. Ha sido doce años presidente de Bodegas Borsao y ésta es su cuarta legislatura como presidente de la DOP Campo de Borja, cargo al que ascendió al fallecer Gregorio García.

Dice que el mundo del vino le hace feliz y que le emociona el reconocimiento nacional a los vinos de su tierra. Y huye de farándulas y películas que, a veces, rodean al sector.

 

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«Tengo el paladar hecho a la garnacha»

¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el vino?

Ahora parece mal decir estas cosas, pero tengo un recuerdo que seguro que muchos tenemos: las meriendas de pan con vino y azúcar, sopetas creo que lo llamaban. Era una merienda de días especiales, pero se veía con normalidad. También recuerdo algún sorbo al vaso de vino de mi padre. Entonces era habitual que las familias hicieran vino en las bodegas de cerro para autoconsumo. Había cooperativas, pero el vino se hacía de manera familiar y se consumía para comer y cenar, se llevaba la bota al campo para el trabajo.

¿Y el primer recuerdo profesional?

También era un crío. Yo he crecido entre viñas, mi padre y mi abuelo eran viticultores. Acompañaba a mi padre a la vendimia con ocho o diez años, cuando se hacía todo manual, no había maquinaria. Seguramente, como era un crío, no hacía nada, pero recuerdo estar allí con esa sensación de trabajar en el campo.

Usted, ¿qué quería ser de mayor?

Yo siempre he querido estar en el campo y entre viñedos. Mi padre, como muchos de la época, me decía «ni se te ocurra, esto es muy duro, tú a estudiar». Pero, a mí no me gustaba estudiar y empecé a trabajar a los catorce años en un taller de chapa, aunque los fines de semana ayudaba a mi padre. Después, trabajé para un comercial en venta de vino y licores, después en una empresa cárnica.
Hasta que decidí volver a lo que me gustaba: el campo. Mi padre me pasó las tierras, compré las que le quedaban a mi hermana y empecé. Ahora se trabaja de otra manera. Antes se sacaban 20 000 kilos de vino en tres hectáreas y te daba para vivir. Ahora necesitas mucho más. Compré más tierras, puse olivos, cereal, almendra. La vida del vino me ha gustado de siempre. Somos muchos los de Borja, Magallón, Fuendejalón, gente de mi edad, que hemos vuelto al campo.

¿Cómo le explicaría qué es la felicidad a un niño de siete años?

Somos generaciones diferentes. Desde luego, para mí, de niño, la felicidad era estar en el campo, ir al río Huecha.

¿Qué parte de responsabilidad tiene el vino en su felicidad actual?

A mi, el vino me hace muy feliz. Es un mundo en el que conoces a mucha gente, te relacionas, visitas lugares que ni imaginabas, te abre la mente. Elaborar, beber y compartir vino me hace feliz.

Hablar de las emociones del vino ¿es solo imagen?

Hay gente que habla de emociones del vino por marketing. Pero el vino emociona y todo lo que lo rodea, también. A mí, me emociona ver como los vinos de Borja están entre los mejores del España en el Salón Peñín. Me emociona ver artículos en revistas internacionales de nuestros vinos, que Borja es una gota del vino mundial.

Dicen que todos los españoles llevan dentro un presidente del gobierno y un seleccionador de fútbol. ¿También llevamos ahora un (falso) sumiller, alguien que cree saber de vino?

Hay mucho falso entendido. Muchos intentan vender lo que no conocen. Se vende mucha farándula en el mundo del vino, mucha película. ¿Un reserva a tres euros? Los que conocemos esto sabemos que es imposible que sea un reserva. En las bodegas de Borja no nos gusta engañar. Lo que es, es.

¿Se sigue disfrutando de vino o la gastronomía cuando se trabaja con ellos?

Yo disfruto mucho. Con mi copa de vino cenando, por ejemplo. O abriendo una botella con amigos los sábados. Y me gusta el vino de aquí, tengo el paladar hecho a la garnacha. Es una uva que nos da mucha satisfacción. Me sigue sorprendiendo cómo se admira la garnacha en el mundo. La garnacha nos da muchas alegrías. Por supuesto, hay que avanzar. Yo mismo tengo syrah, la cojo a mano, como me dicen.

¿A quién invitaría a un vino? Personaje histórico, público o alguien de su entorno.

Soy madridista. Me gustaría invitar a una botella a un jugador de toda la vida, a Zidane, por ejemplo. A un vinazo de Borja. Para que él disfrutara del vino y yo de la conversación.

¿Y quién cree que no se merece ni olerlo?

A los políticos que ponen piedras en el camino del sector del vino. El vino es seña de identidad y, a veces, parece que todo son problemas.

¿A quién le debe un vino? (Cita pendiente)

Hace poco pagué una cita pendiente desde el Covid, pero me queda otra: un vino y una comida con mis excompañeros de trabajo Jesús Hernández y Chechu.

¿Cómo se ve en diez años?

Tengo 58 años así que me veo entre viñedos, trabajando. Mi padre estuvo en el campo hasta los 82 años. A mí, me gustaría seguir ampliando, tengo mucha ilusión. Todo el mundo quiere arrancar viñas y yo quiero plantar, algo que me cuesta discutir con mi mujer. Pero es lo que me hace feliz. Quiero tener salud para disfrutar del viñedo.