Existir, existe, pero se ve poco. No porque sea clandestina, por más que lo parezca, pues su actividad no es ilegal. Quizá sean bastantes, pero en nuestras cotidianas visitas a los establecimientos hosteleros apenas hemos visto alguna de sus acciones.

Son los que se rebelan, siempre con exquisita educación, ante las imposiciones de la nueva hostelería, franquicias, locales asimilados y esos negocios que parecen no entender que viven del público.

Esos que se enojan ante esa obligación de que toda la mesa comparta el mismo menú, por ejemplo, y reclaman su libertad de elección. Los hay que han convertido una mesa de seis en tres de dos; cercenando su idea original, sí, pero explicitando ante el responsable lo absurdo de su decisión, pues se queda con mesas medio vacías y los mismos comensales. O los que se niegan a pagar un suplemento de banquete cuando reservan para 16 personas, y la convierten en dos mesas de ocho que, al parecer, ya no es una celebración.

O quien exige el cambio de la copa helada de cerveza, pues no la ha pedido así. Por más que en alguna barra se han limitado ‒disimulando, eso sí‒ a rellenar otra copa, esa sí a temperatura ambiente, con la primigenia cerveza contaminada… que también se devuelve.

Los que exigen el cambio del vino cuando no está a una temperatura razonable; quienes devuelven un plato que no responde a lo enunciado en la carta, aquellos que, dotados de un móvil y conocedores del sistema QR, exigen una carta en papel o cartulina; esos que piden el obligatorio tiqué y lo leen, para evitar ciertos despistes.

El resto, la mayoría, por mucho que reconozca estos abusos y picardías, se suele limitar a comentarlo con sus acompañantes, jurando solemnemente no volver a pisar este local. Siguen callados y aquí no ha pasado nada. La vida, el servicio, sigue igual.

Reclamemos nuestros derechos como clientes. A los malos hosteleros les dará igual, pero los profesionales lo agradecerán; y son estos los que debemos conservar. Sumémonos, siempre con implacable educación a esta resistencia, una de las formas de cambiar el rumbo de esta opresora hostelería moderna.