El vecino de al lado. Es como uno de la familia. El taxista, el cuñao, el vecino, el hombre corriente. Así es como muchos ven a Jorge Asín, cctor y guionista, que semanalmente se cuela en nuestras pantallas gracias a Oregón televisión. Ese al que, gracias a sus personajes, saludamos en el bar como si lo conociéramos de toda la vida, algo que sobrelleva sin mayores problemas. Cercano y cordial, militante de Borja, u pueblo adoptivo, al que va menos de lo que desea desde que su madre se mudó a Zaragoza. Su humor, somarda, aragonés y universal, se ha ganado la admiración de los espectadores, sea en cine, televisión o teatro.

«Como vegano que soy»

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Asín, junto al propietario del establecimiento, Jorge Algarate. FOTO: Gabi Otre / Chilindrón.

 

Llevaré un clavel rojo para que me reconozcáis», nos contestó Jorge Asín, de forma somarda, como muchos de sus personajes habituales, a la hora de concretar sitio y hora para la cena prevista.

No hizo falta. El local es pequeño y nos reconocimos de inmediato. Sorprendentemente, mientras esperábamos la mesa, se pidió un vino. Tanto el fotógrafo como el firmante hubieran apostado que se decantaría por la cerveza. Cosa de cuñaos.

Cerveza entre comidas

«Soy cervecero, pero para comer me gusta el vino. Compro habitualmente las botellas de dos litros de la cooperativa de Borja», siempre haciendo patria. «Y lo bebo con gaseosa, más que nada por dejar de beber alcohol en algún momento del día».

Eso sí, «entre comidas, cerveza». Se decanta y no parece casualidad por tres cerveceras, «Ámbar, Alhambra y Estrella Galicia son las tres mejores cervezas españolas».

De ahí que sufra en sus numerosos viajes a Andalucía. «Es un infierno, porque son difíciles de encontrar allí, aunque cada vez menos». Incluso una vez, el propio camarero, le miró ante su desolación delante del grifo de otra marca y me dijo con todo su gracejo: «sí, lo siento, pero solo tenemos esta».

Nada más sentarse en la mesa trata de desviar el asunto del encuentro. «Voy a hacer un poco como Luis Alegre, que se escaqueó de hablar de comida, porque siempre come fuera. A mí me pasa un poco lo mismo». Sin embargo, confiesa que cocina cuando puede «y me gusta, pero no soy un gran maestro. No hago platos muy elaborados y, si toca, tiro de youtube, para ir mirando cómo se hace».

No obstante, confiesa una especialidad, «que son los canelones de atún y huevo, como los hacía mi madre. Los de carne no me gustan, pero mi suegra hace una variedad, atún con pollo, que también están muy buenos». Tomamos nota ante esta sorprendente adaptación del Vitello tonnato, la clásica receta italiana, de carne con salsa de atún.

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El vino, del Campo de Borja, haciendo honor a su patria, donde pasaba los veranos. FOTO: Gabi Otre / Chilindrón.

Vocación tardía

Llegó tarde a los escenarios y platós. «De niño ya quería ser actor. Pero al ser de provincias, no me asesoré bien y nunca pensé que eso era una profesión; lo que le sigue pasando a mucha gente. Tenía ese complejo».

Así que se dedicó a trabajar. «Estuve diez años en la construcción. Empecé a hacer el hotel Boston y lo terminé; me quedó precioso». No perdió la afición, acudía al teatro como espectador y el gusanillo provocó que se apuntara a uno de los cursos del Teatro de la Estación.

«Todos los compañeros decían que me tenía que dedicar a esto y mi profesor, Miguel Pardo, me ofreció colaborar en La Carrucha, una compañía de teatro para niños, lo que supuso mi primer sueldo como actor, allá por el 98, creo».
Y hasta hoy. En el 2000 ya me apunté a la Escuela de Teatro; y «en cuanto creí que me podía ganar la vida con esto deje la obra… justo cuando me iban a hacer fijo. De momento no he parado de trabajar, pero los que sí lo han hecho son los de la obra, porque la empresa cerró. Ironías de la vida».

Finaliza con una sentencia, «con lo preocupada que estaba mi madre, dejas un trabajo tan bueno como el de fontanero, para dedicarte al artisteo, que no es nada seguro».

Hiperrealismo

Con la llegada de los mejillones reconoce que le gusta mucho el picante. «Cuando rodamos Yucatán en México, comíamos fajitas, burritos, los bocadillos de ahí. Pedía más picante y me lo comía, hasta el punto que los propios mexicanos me decían, ‘pues sí que le gusta el picante, guey’». Pero ha de ser sabroso. «No un pimiento de Padrón de esos malos, tiene que ser sabrosote».

Sin embargo, cuando ejerce de guionista –lo es en Oregón Televisión y la mayoría de sus producciones teatrales– su humor no es precisamente picante. Como les definió una vez Miguel Mena, «nuestro humor es hiperrealista. Todo lo que decimos lo has escuchado alguna vez en la calle». Y aragonés, por lo somarda, deberíamos añadir. Pero gusta en todo el mundo. Ahora que los programas se pueden ver por internet «nos llegan felicitaciones cómplices desde México, Argentina o Alemania», por no decir Madrid o Barcelona, donde residen tantos aragoneses.

«Cojo muchos taxis porque no tengo carnet y algunos, pocos, se creen que pienso como el personaje. No tiene nada que ver. Con el José Miguel y ET pasa menos, será que parece ciencia ficción».

Tradicional y curioso

Se confiesa más bien tradicional a la hora de comer, pero «me gusta probar otras cocinas, como la japonesa o mexicana. Menos la india, porque no me gusta el curry». De hecho, su última comida serían «unas albóndigas caseras con salsa de almendras, que me encantan, como buen vegano que soy». La ironía y la sonrisa no desaparecen en toda la cena – «¡que el sándwich vegetal lleve atún…!»–, aunque ya en serio le «hace gracia lo de no comer carne, pero sí buscar cosas que la recuerden».

De ahí que apenas oculte alguna manía a la hora de comer. Los caracoles, «y eso que lo intenté», por lo que siente envidia ante los que disfrutan comiéndolos, «me parece que me estoy perdiendo algo bueno. De crío sí los comía. En Borja además los escachurrábamos en la verja para ver cómo se les salían las tripas. Se me ha quedado metido en las meninges y Dios me está castigando».

Tampoco le van los callos, a pesar de que una vez en Madrid, en una cena en la sala Tarambana celebrando el final de una gira, tuviera tanta hambre que «me los comí. Descubrí que puedo, pero…» Lo que no impide que disfrute mojando pan en la salsa de los callos, de los caracoles o de los mejillones que nos han servido. «Me las subiría a casa».

Feliz de su papel en la vida, recuerda sin nostalgia sus precarios comienzos, cuando se ganaba la vida haciendo de payaso en celebraciones y el crío comulgante le espetó: «No me estás haciendo de reír, y mi papá te ha pagado para hacerme reír». Y es que no se olvida de aquellos duros tiempos en que se avisaba en los pueblos, «esconder las gallinas que vienen los cómicos».

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Jorge Asín posa con el equipo de sala de El Descorche y con su cocinero y propietario, Jorge Algarate. FOTO: Gabi Orte ( Chilindrón.

La comida > El descorche

Jorge Asín eligió cena y optó por el bar El Descorche; se supone que por amistad con sus propietarios, Beatriz Asenjo y Jorge Algarate, cocinero con el comparte pasión por el Real Zaragoza, antes que por vagancia, dado que se encuentra muy próximo a su casa.

Con cuatro años a sus espaldas, más toda la experiencia adquirida en el Café del Sur, El Descorche es punto de encuentro de numerosos zaragocistas, aficionados y profesionales, que han encontrado en su abigarrada barra y la oferta de platos y raciones un lugar para disfrutar de buen producto y mejor cocina, además de conversar sobre fútbol.

Asín conoce bien la carta por lo que decide en solitario. «¿No me vais a echar un puto cable?». Ni falta que hace, tanto un gastrónomo, como un nutricionista aplaudirían su elección: la Ensalada de tomate rosa, burrata, nueces y helado de albahaca –«esto lo tengo muy claro»; Mejillones con salsa de tomate picante, para mojar bien de pan, que se agotó; y Timbal de ciervo al Pedro Ximénez, «no me apasiona la caza, pero es como un estofado con más sabor».
La oferta habitual se extiende a tapas, tablas y diferentes snaks, además de arroces, pescados y carnes, como sus Huevos rotos con ternasco de Aragón asado a baja temperatura, que atraen a aficionados de toda la ciudad. Lo que posibilita una comida convencional o compartir los platillos, como se hizo en esta ocasión.

Eso sí, Jorge, que se confiesa no «excesivamente laminero» no pudo resistirse a un sugerente Helado de melocotón con vino, que fue compartido por la toda la mesa. Advertido de la inconveniencia del licor de hierbas con el que pretendía culminar la velada y alargar la sobremesa, admitió de buen grado disfrutar de un whisky de malta.
Donde no dudó ni un instante fue en la aplaudida elección del vino, de Borja, el Tres Picos de Borsao, que fue convenientemente duplicado. «Entra como la puta agua» afirma y, al probarlo, proclama irónicamente que «está como si lo hubieran hecho en Borja». Explica que «me gusta mucho la garnacha en general y la de Borja en particular. El sabor afrutadico que tiene me mola mucho».

Y se siente dichoso al compartir página con José Antonio Calvo, del Rincón del Arpa. « De vinos no entiendo mucho, pero Toño es el puto campeón, el bon vivant, hecho carne. Un ser de luz. Siempre que vamos al festival de cine lo vamos a ver. Cierra la tienda y, después de haber sacado el tomatico, la longaniza, el queso… hasta viene el panadero con el pan, salimos borrachicos y yo con unas botellas bajo el brazo, que siempre me dice que son cojonudas, y sí, lo son». Hombre inteligente Jorge Asín, por más que la noche termine en torno a las vicisitudes del Zaragoza, donde el firmante apenas puede meter baza.

Andador Gutiérrez Mellado, 17. Zaragoza.  876 281 108.  Reservas. Horario: de 13 a 15.30 horas, comidas; de 20 a 23 horas, cenas. Cierra domingo noche y lunes. Precio medio a la carta: 30 euros. Admite tarjetas, salvo American Express. Admiten reservas. Aparcamiento público: CC Aragonia.