Muchos, muchos eventos. Parece que apenas pueda organizarse nada sin gastronomía. Perdón, sí, la Feria del libro, en la que, a tenor del éxito de Zaragoza Florece, eran muchos los lectores que esperaban esa hostelería móvil –lean, lean las páginas centrales–, pues que sepamos no es incompatible pasar las hojas de los libros con una copa de vino en la mano. ¿El año que viene?

También hubo gastronomía en el festival Aragón Negro, aunque no fueron muchos quienes se enteraron ante lo confuso de la escasa información disponible. Y la hay en el Mercado medieval de las tres Culturas, aunque sobren por ejemplo los chorizos –los embutidos, no los otros, que de todo se podría escribir–, pues el pimentón que les da color no había llegado todavía a España.

Sí es cierto, y copio aquí al director, como publicó en una de sus columnas de El Periódico de Aragón, que cabría exigir mayor rigor en la culinaria de esos eventos históricos. Este tapao, eso sí, no encontró graves errores en las propuestas de ruta de la tapa mudéjar, bastante coherentes con la época tratada.

Y volviendo a su columna, para qué se mete en negros asuntos –ironía– aludiendo a la pretendida intención de lograr una IGP Trufa de Teruel. Allá ellos si quieren cantonalizarse. Los expertos que ha consultado este tapao afirman que, al revés, hay más diferencias entre las trufas de dos parcelas relativamente cercanas, pero distintas morfológicamente, que entre el norte y el sur. Y la costumbre de compactar todos con las mismas tierras aún acerca más las diferentes trufas geográficas.

Borraja

Con buena voluntad, al parecer para favorecer el acto, el presidente de la Academia Aragonesa de Gastronomía, logró confundir al grupo que asistió a la toma de posesión de su escaño, o como se diga, de la investigadora Cristina Mallor. Para quienes no conozcan el mecanismo del asunto, bastante protocolario, consiste en que la neófita, acompañada por dos padrinos académicos –se hizo– entre en la sala y lea su discurso de ingreso, en este caso, como no podía ser menos, sobre la borraja, de la que es especialista. Es entonces cuando llega el discurso de contestación, que en esta ocasión se leyó… antes.
No se olvidó la investigadora de citar a nuestro director, autor del tan buscado como inencontrable libro La borraja, reina de la huerta zaragozana y 113 recetas para disfrutar. ¿Para cuando otra edición, jefe? Que le van a adelantar otros.

Pues hay mucho piratilla por el sector. Desde quienes se apropian de ideas de otros –legítimo, legal, lícito, pero poco ético– hasta quienes se olvidan de firmar las fotos para que pasen por propias.

Garnachas

Éxito del nuevo planteamiento de la Muestra de garnachas del Campo de Borja, incluso del autobús puesto a disposición de los aficionados, en el que este tapao viajó a sus anchas acompañado únicamente por un amable chófer y un periodista, en relajado viaje que aprovechó para sonsacarle información al plumilla.

Como, por ejemplo, el malestar de los medios de comunicación serios ante esas presentaciones que no son ni chicha, ni limoná. Hay que aguantar los discursos del minuto de gloria de los convocantes y hay que esperar a que acabe para sacar alcachofas, móviles y bolígrafos para obtener declaraciones. Que es de lo que se trata.

Así, el consejero Joaquín Olona confesó que «me meto en berenjenales, pero hay que proteger nuestros viñedos viejos, ya que otros no lo harán». Un empeño que se contradice con los actuales planes de reconversión, pero por el que hay que luchar, ya que dichos viñedos son «nuestro principal valor», según el consejero.

Ecoberenjenal

Que se suma a otro berenjenal, este ecológico, en el que se ha introducido el consejero. No por casualidad, semanas después de que el CAAE –organismo certificador de agricultura ecológica, de origen andaluz y larga historia e implantación internacional– presentara su nueva oficina en Aragón, el Gobierno anuncia que modificará las reglas del juego, para que sea precisamente el Comité Aragonés de Agricultura Ecológica –cuyas siglas coincidían con el citado andaluz– el único organismo autorizado para certificar en nuestra comunidad.

Las espadas están en alto. Las certificadoras privadas se preparan para la batalla, mientras que algunos de sus certificados temen represalias –más controles, más presión–, si tuvieran que volver a manos del comité.

De medios

Quizá influidos por el ardor guerrero de su jefe nacional, el aragonés José Luis Yzuel, los hosteleros aragoneses han comenzado, desde sus propios medios, a replicar a los periodistas que critican algunas actuaciones del sector.

Así en el último número de la revista aragonesa del sector, Horeca, el presidente zaragozano del gremio, José María Lasheras, alude en tono muy crítico al artículo Menús de boda: excesos, precios altos y muchas trampas, publicado en El Comidista. Escribe que tiene «en estima como crítico gastronómico» a su director, Mikel López Iturriaga, pero «por ahora, mantengo en duda» al firmante. Quizá no sepa que David Remartínez, como consta en el artículo, es tan aragonés como él y conoce bien el sector.

También, esta vez a través de Twitter, acusan al programa Espejo Público y a la Cadena Ser –cuyo responsable de gastronomía, por cierto, también tiene intensa relación con Aragón– de entrevistar tan solo al personal maltratado en hostelería.

Mal asunto cuando las discrepancias alcanzan este tono, pues hay que estar a las duras y las maduras. Y encajar las críticas desde ambas partes.

Mientras se exige –a veces de malas formas– que en los eventos aragoneses se consuman productos y alimentos de la tierra, sean institucionales, oficiales o privados, muchas de las campañas de promoción de esos alimentos están en manos de empresas y consultoras de fuera de esta tierra. Lo que parece una profunda contradicción.

He de consumir Ternasco de Aragón, pero la publicidad se decide en Valencia, o la de la DOP Jamón de Teruel en Madrid. Y la genérica, la gorda, ni quiero acordarme.

Mientras tanto los medios que bregan cada día, como este, suspiran por las migajas, cuando no los restos; salvo las honrosas excepciones que pueden ver en las páginas anteriores de este y pasados números.

¿Será que ser críticos, por más que razonables, molesta?

Quizá si se me hubiera ocurrido ese fantástico lema «Las mejores garnachas del mundo están aquí, en Navarra», cuyo doble sentido aprovechó la comunidad vecina tanto para anunciar la celebración el pasado mes de mayo el Concurso Internacional Garnachas del Mundo, como sus propios vinos, hubiera obtenido recursos para sustentar este, al parecer, incómodo bimestral.
Mientras tanto, confiaremos en la bonoloto o similares.

 

¿Altamiras, el Adriá del XVIII, más exacto sería el Arguiñano de su época?

¿A causa de la Xunta, desaparecerá el congrio seco en Calatayud?

¿Cambiará su discurso la comisaria alimentaria?

¿Cuánto tiempo ha de pasar para ser autóctono? ¿Y tradicional?