Por mucho que se empeñen algunos políticos de nuevo cuño, los ‘cuñaos’ de siempre y algunos veteranos de la cosa pública, no existe soluciones sencillas a problemas complejos. Y el cambio de hábitos en nuestros sistemas alimentarios, tanto en los hogares como en las mesas públicas, es uno de ellos. Con todo lo que comporta en cuando a la producción agroalimentaria, la cadena de distribución, la hostelería y, por supuesto, la salud.

Una vez más Francia, con una normativa que se antoja sencilla, marca el camino a seguir. Según explicó el pasado domingo la ministra Olivia Gregoire, los restaurantes franceses tendrán que indicar en sus cartas qué platos no cocinan ellos. Pretenden así «valorar a los restauradores que proponen buenos platos caseros», además de proteger mejor a los consumidores, realzar el trabajo de los establecimientos que realmente cocinan su oferta y defender la Gastronomía francesa, declarada Patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco en 2010.

La medida se implantará a finales de año tras el relativo fracaso del programa, voluntario, conocido como ‘fait maison’ ‒­hecho en la casa, o casero­­­‒, que marcaba los platos que elaboraban en los restaurantes a partir de productos brutos.

Duda uno ‒y ojalá se equivoque‒ que esta medida llegue en poco tiempo a nuestro país, a pesar de no va contra ningún sistema de trabajo, pues simplemente informa al cliente. Pues no hemos acostumbrado en demasía, tanto determinados hosteleros como bastantes consumidores, a hacer pasar por productos ‘caseros’ ‒entendidos por tales los que se elaboran en las cocinas del establecimiento‒ los que son industriales. Lo que en sí no es ni bueno, ni malo, siempre que no se escondan los orígenes.

Una propuesta necesaria cuando, por ejemplo, se ofrece a los hosteleros croquetas perfectamente irregulares, para que den el pego; o en tiempos en que es difícil encontrar pelarzas de patata entre los residuos de cocina, pues vienen ya congeladas, peladas y porcionadas.

Los hosteleros son libres para cocinar como quieran. Algunos clientes, simplemente, exigimos información para ser tan libres de elegir como ellos.