Por más que debido al cambio climático muchos refranes sean cada vez menos precisos, sigue funcionando el que expresa «los espárragos de abril para mí, los de mayo para el amo y los de junio para el burro o ninguno». Quiérese decir que ya han llegado los espárragos de temporada, los cultivados en los campos nacionales, esos que siguen con continuas reinvindicaciones.

¿Sabía que había llegado? Probablemente no, pues los habrá visto desde hace meses en muchos lineales, procedentes de quién sabe dónde, como tantos productos, por ejemplo, los tomates.

Hace ya bastantes años, se decidió promocionar en Alemania ‒donde tienen extrema pasión por este sabroso brote‒ los espárragos locales. Para ello lanzaron una campaña publicitaria que iba recordando los días que faltaban para que llegara dicho alimento. Así explicaban que los que se ofertaban no eran locales, a la vez que creaban expectativas.

Probablemente campañas similares no tengan mucho sentido en nuestro país, con tanta diversidad de climas y profusión de invernaderos, que han alterado el calendario tradicional de recolección de los vegetales de la huerta. ¿Recuerda que antaño la borraja era una verdura de invierno?

Mientras la ciudadanía no recupere mínimamente el sentido del calendario, será difícil que sea capaz de solidarizarse eficazmente con las reivindicaciones de agricultores y ganaderos. Si queremos consumir pepinos y calabacines todo el año, las cadenas de distribución nos los proporcionarán, vengan de donde vengan, los produzca quien los produzca.

Pues es el consumidor, finalmente, quien decide qué comprar. Incluso en contra de la poderosa industria agroalimentaria que trata de llevarnos a su terreno, a los ultraprocesados o a los vegetales híbridos, tan iguales como bonitos, pero sin apenas sabor.

Todavía somos muchos quienes recordamos aquellas ansias de que llegara mayo para disfrutar de las primeras fresas y cerezas, o esos primaverales guisantes que están al caer.

De momento, tenemos dos meses por delante para disfrutar de nuestros espárragos, tanto hervidos, como a la brasa, antes de esperar a que se complete otro ciclo agrario.