Este tapao se jubiló hace un mes. Y sí, seguirá emborronando estas pantallas, pero no se imagina lo fatigoso que resulta estar en esta condición; falta tiempo para casi todo. Aunque no para abrazar la Lonja de Zaragoza, a cuyo futuro acaba de encontrar la solución más inteligente, de jubilado. Para los que no se enteran: el Ayuntamiento de Zaragoza quiere reformar su interior, modificar sus accesos y alguna obra más, para que siga siendo sede de exposiciones. Pero resulta que el histórico edificio es Bien de Interés Cultural y no es tan fácil introducir reformas en el mismo. Parte de la sociedad civil zaragozana –quizá pocos, pero influyentes, como ha reconocido Heraldo de Aragón– se oponen a estas obrillas, que probablemente impedirían su aspiración a ser declarada Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. Y plantean que quede diáfana como, por ejemplo, el Panteón de Roma, indudable atractivo turístico.
El mercado agroecológico de Zaragoza, al que este tapao es asiduo, se celebra todos los sábados en la plaza del Pilar. Justo delante de donde se inaugurará –antes de las elecciones del 27– el Centro Goya. Y duda uno que, a pesar del tolerante talante del pintor, las autoridades permitan que se vendan acelgas y otras verdulerías en la puerta de tan magno proyecto.
Vale. ¿No era la lonja un centro comercial? Llévese allí dicho mercado, recupérese su actividad económica y déjese libre el resto de la semana para la admiración de propios y ajenos ante tan singular espacio.
Seguimos en el año del vino. Más allá de Cariñena y Zaragoza, llegó el comandante Peñín y mandó a parar. Bajo el amparo de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Alimentación, organizó el I Salón Peñín de Vinos de Aragón, que funcionó muy bien, lo que indica que el sector quiere/necesita citas como ésta para reunir a bodegas con los profesionales del sector, desde los distribuidores a los hosteleros. De hecho, la cita, a petición de los elaboradores de vino, se repetirá el próximo mes de octubre en Madrid. Toda promoción es poca, especialmente cuando los trumpianos aranceles amenazan profundamente al sector. El evento tuvo que limitar el número de invitados, ante lo exiguo de la sala Goya II de la sede del departamento en la zaragozana plaza Nolasco. Pero, afortunadamente, la afluencia fue escalonada, con lo que apenas hubo apretones en los pasillos.
No obstante, Zaragoza, y probablemente otras localidades aragonesas, sigue necesitando una feria del vino destinada al gran público. Porque la interesante Feria de Montañana, de nombre oficial feria de los Vinos de Aragón, es cada vez más un evento local. El Salón de los vinos de Aragón ha logrado concitar, por decirlo de forma elegante, la indiferencia de las bodegas, en apenas tres ediciones. Por no nombrar otras citas, necesarias, pero más sectoriales, amparadas por denominaciones de origen e indicaciones geográficas protegidas.
Son muchos, de edad provecta ellos, que añoran eventos generalistas como la fenecida –murió a causa de la crisis del 2008– Muestra de los Vinos de Aragón, organizada por Isidro Moneva, a través de su asociación La Garnacha, y el editor de estas páginas.
Por su parte, el esquivo Festival internacional de la garnacha, que incluye otra feria/muestra de vino, al parecer del 6 al 8 de junio, según se anunció, se limita a la provincia y las garnachas. Y, aunque sabemos que esta redacción ha solicitado información para incluirla en el bimestral y que usted, dilecto lector, efectúe las pertinentes reservas en su agenda, la respuesta ha sido escueta y clara: Ningún dato antes de la presentación oficial. Pues eso.
Este tapao trata de convencer al editor, que de negocios y ganar dinero sabe menos que poco, para abrir una nueva sección en el bimestral y las redes. Algo así como los anuncios por palabras tan habituales hace unas décadas para atender a la amplia oferta de traspasos que se está dando en el sector. Y no hablamos precisamente de los que se quieren jubilar. Pues son muchos quienes abren un negocio sin especial conocimiento del sector y buscan que ese trapaso minimice las pérdidas.
Muy emotiva resultó la gala de entrega de los Premios Horeca, que se convirtió en un sentido homenaje a José Luis Yzuel. Cuyo nombre va a resultar eterno, pues el presidente Jorge Azcón pondrá su nombre al futuro Centro de excelencia de hostelería, del que poco más se sabe; la alcaldesa Natalia Chueca prometió una calle, no se sabe si nueva o ya existente –ya puestos, ¿otra para Emilio Lacambra?–; y Horeca Restaurantes Zaragoza entregará cada año el galardón Estrella gastronómica José Luis Yzuel.
Quizá por la notable presencia de jefes del Gobierno y el Ayuntamiento, amén de otros, políticos, no se vio a nadie de la Diputación provincial de Zaragoza, ni siquiera la diputada de Turismo Cristina Palacín, que suele entregar el premio al mejor restaurante de la provincia. ¡Craso error! En esta edición, los dos ganadores absolutos se encuentran precisamente en la provincia de Zaragoza, restaurante Gratal, en Ejea de los Caballeros, y El Burgolés, en El Burgo de Ebro; además de otros premios menores que se fueron para La Almunia de Doña Godina, Villamayor de Gállego, Villanueva de Gállego y Biel. Ocasión perdida para reivindicar los papeles de la provincia, tan olvidada por el Gobierno según algunas fuentes, del PSOE obviamente.
Sin ánimo de comparar, por supuesto. Lo dijo aquel gran periodista, Manuel Martín Ferrán, que los políticos pasan y se olvidan, mientras los profesionales siguen allí. Cierto es que los tiempos han cambiado, pero este tapao sigue a la tecla –jubilado y sin cobrar, ya lo saben–, mientras algunos que le han llamado para exigirle explicaciones ya se han vuelto a su casa.
Parece que todo vale a la hora de captar la atención en las pantallas, de forma que crecen los titulares engañosos, cuando no falsos, para captar visitas y clicks. Uno de libro: El nuevo restaurante favorito de Matías Prats, en la frontera de Aragón, publicado por Aragón Hoy, cada día más sensacionalista. Si uno comete el error de entrar descubrirá que se trata de Mugaritz, ubicado en Errenteria, a poco más de 150 kilómetros de Sos del rey Católico, por citar una localidad aragonesa fronteriza.
Menos fuerte, pero también engañoso resulta Restaurante Restaurante Gamberro: el sabor neobaturro que merece una escapada a Zaragoza, reportaje que publica Clara Laguna en Traveler.es. Un buen y extenso texto, que recoge la esencia del trabajo de Flor García y Franchesko Vera, pero sin explicar en absoluto qué es eso del sabor neobaturro.
Quizá por la incorporación de Alejandra González como redactora de gastronomía, Heraldo de Aragón está ampliando geográficamente sus informaciones sobre el asunto. A modo de ejemplo, El restaurante cerca de Aragón que ha enamorado a la Guía Michelin con sus cocochas de bacalao al pil pil. Está en Logroño.
Que se supera, sobrepasando límites que ningún medio serio debería sobrepasar, especialmente cuando cuenta con profesionales solventes y experimentados. Ni la longaniza ni el sobao: el embutido típico de Cantabria poco conocido en el resto de España. ¿Es el sobao un tipo de embutido?
La cosa no mejora al leer el texto, pues se lee que dicho producto típico, tan poco conocido en el resto de España, es una especie de torteta o bola, que a veces lleva manzana asada en su interior. ¿Desconocida aquí?
Afortunadamente, también aparecen noticias más serias. Por ejemplo, las relacionadas con Iris Jordán, que sigue dando de qué hablar en los medios, en este caso con una interesante entrevista con los señores de la Guía Michelín, O la loa a los bares de Remartínez, Cuando cierra tu bar (y abre un gastrolugar) publicada en Gastroactitud.
O las que se ocupan de los vinos aragoneses, Enate Merlot Merlot 2021 es uno de los seleccionados por La Vanguardia en su reportaje 8 vinos de variedades internacionales que deberías probar.
No es uno muy de Trump ni del antivacunas ese, el Kennedy –que al parecer, no beben ni una gota de alcohol por más que parezca en ocasiones–, pero quizá haya que confiar en sus iluminaciones para que no prospere otra. La del Cirujano General de los Estados Unidos, Vivek Murthy, que pide que se actualicen las etiquetas, entre ellas las de vino, para incluir explícitamente que existe un mayor riesgo de cáncer de mama, de colon y al menos otros cinco tumores malignos vinculados ahora al consumo de alcohol. Que será verdad, pero como el consumo de otros alimentos, entre ellos las tan tradicionales barbacoas.
Nos despedimos desde el zaragozano Tubo, intentando entender por qué el último establecimiento abierto en la zona nos cobró cuatro euros por unas decepcionantes gildas, con diminutos trocitos de guindilla y unas lamentables anchoas, indignas del tal nombre, mientras que el precio del clásico huevo gamba –con dos ejemplares hermosos y más que aceptables– era 3,50 euros.
El problema no es que los precios habituales allí sean elevados, sino la incongruencia a la hora de establecerlos. ¿Sabrán lo que es un escandallo?
¿Dónde acabarán muchos archivos gastronómicos?
¿Si no la hago yo, no es buena la campaña?
¿Seguirá en pie el controvertido Salón?
¿Se fue el que tanto sabía de vino o lo despidieron?
¿Dónde se apunta uno a esa asociación de gastronetas?
¿Tensiones en las candidaturas al comité?