Llevo ya un porrón de años escribiendo en esta cabecera –suerte que tiene uno– y casi todos los veranos abogo por la misma cuestión. No sé si resulta repetitivo, puede que sí, e incluso que suene a temporal pero no es el caso. O no es mi intención. Y me explico.
Defiendo a capa y espada el consumo de blancos y rosados durante todo el año. Lo que ocurre es que en los meses calurosos se presta mucho más por varias razones.
Andamos escasos en consumos, ya que nos movemos en unos cinco litros de vino blanco por persona y año, y no más de dos de rosado. ¿Hola?, ¿perdona? ¿menos de siete litros en total sumando los dos? Suspendemos pero sobradamente y hay que ponerle remedio.
Unos y otros son apropiados para combatir el calor, primero porque su temperatura de consumo es mucho más fresca. Servidos como dios manda, nos ayudan a aliviar los días más calurosos y la sensación es mucho más agradable y revitalizante.
Tienen, además, notas más ligeras y frescas, con menos peso y volumen que los tintos, y resultan más fáciles de beber con ese punto refrescante que los hacen infalibles. Son refrescantes también en boca, porque la estructura de los blancos, por ejemplo, con esa medida acidez, contribuye a que tengamos una sensación más fresca y limpia en el paladar.
A los platos típicos veraniegos les sientan de perlas los blancos y rosados, cada cual con su contribución armoniosa, y nos aportan menos pesadez que los tintos, que en según qué casos nos pueden aplastar con tanto tanino y cuerpo. Si hay que combatir el calor hagámoslo también bebiendo más ligero y maridándolo con propuestas frescas que, además, son tan placenteras como las propias vacaciones que están a la vuelta de la esquina y en las que pienso poner en práctica el consumo distendido de blancos, rosados y, por supuesto, que no me los quiero olvidar, espumosos.
El verano pide ligereza y frescura. La opción de burbujas es tan válida como el resto de los aquí defendidos. Y ojo, que no es una cuestión circunscrita únicamente a la relación termómetro-disfrute. Es algo que se puede aplicar durante todo el año.
Como estoy preparando ya las maletas, comparto con ustedes vosotros lo que voy a incluir para gozar el verano a ritmo de sacacorchos y brindis. Por ejemplo, la Garnacha Blanca de Tempore, el Albada Macabeo de Villarroya de la Sierra o el Chardonnay de Urbezo se vendrán conmigo. Y junto a ellos, el 12 Lunas Rosado, la Garnacha Particular de Bodegas San Valero y el Nueve Rosas de Mas de Torubio. Menuda garantía de éxito. A la hora de referencias burbujeantes, El Casto de Langa y Teresa de Valonga. ¿What else?
Disfruten del verano, descorchen a diestro y siniestro, combatan el calor con cubiteras y tómense las cosas con calma, que ya vendrá septiembre con el inicio de curso y traerá consigo prisas y devaneos.