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Explotación de ganadería extensiva de vacuno, criada en ecológico, en la comarca de Sobrarbe. FOTO: Gabi Orte Chilindrón

 

Hay que perseverar en dar a conocer a nuestra sociedad qué es Slow Food, y que significa pertenecer al movimiento.

El primer paso sería unirse a lo que llamamos convivium local. Se trata de una agrupación que ofrece la oportunidad de encontrar gente que piensa como tú en las líneas claves que conforman esta organización, internacional, pero con base territorial. Aunque se habla de que nació en 1989, los inicios son anteriores, y merece la pena hacer una incursión en el ultimo libro publicado por Carlo Petrini, para ver acerca de dichos orígenes, realmente interesante .

La pertenencia a este convivium también te ofrece descubrir la cultura alimentaria del lugar donde vives, algo cada vez mas difícil, pues, como la biodiversidad, se está extinguiendo a pasos agigantados.
Son a cual más interesante el resto de acciones que en ellos podemos desarrollar, en función de número de voluntades que desean o pueden implicarse. Comidas compartidas, algunas de pequeño formato, como las descritas en alguna ocasión con mi vecino de aldea. No se necesita más, solo el origen de los alimentos, en la mayoría de las ocasiones, producidos por nosotros , y aquí en estos casos , no hay ni siquiera kilometro cero.

No menos interesantes resultan las degustaciones o catas. Visitamos a productores locales de nuestro entorno, en este caso la provincia de Huesca, abiertos a otras decisiones; visitas a mercados; implicación con la educación en huertos escolares, iniciativa ya en marcha en estos momento; conferencias, debates: hace mucho tiempo que no sabemos nada de transgénicos, estamos en tiempos más ecológicos vislumbrando las nubes más que grises de los purines y nitratos de otras procedencias. Pero no es este el caso en este momento.

A modo de ejemplo, nuestra última acción, el mes de junio. Básicamente, salida del punto de encuentro, visita a Monasterio San Biturian, lugar significado para algunos de nosotros. Paseo por la finca de Emilia, que hace una legumbre del territorio muy apetecible, con una filosofía que no debemos perder y que ellos mantienen como autenticos héroes. Se termina con una comida de productos de la zona, en este caso Sobrarbe. Probablemente ternera estofada, ensalada con judía incluida , y postre, pan, vino el que desee y agua.

En buena compañía, clave para seguir manteniendo el karma que hay tras la filosofía de esta nueva gastronomía, de Slow Food.